70 años hace que se empezó a proyectar Portezuelo del Viento y hubo 70 años para construirlo, desde ahí y hasta el presente todo cambió. El Río Grande con más de 200 m3/s durante décadas, pero hace 20 años esos cambios se profundizaron, el caudal bajó a la mitad, a eso se agregó una crisis hídrica que aparecía y que se agudizó en estos tiempos.
Según algunos dichos de especialistas hoy no debemos lamentarnos por no ser conveniente hacer esa obra, no habría agua suficiente para llenarla y permitir el paso del líquido hacia la cuenca inferior.
El cambio climático mundial ha modificado muchas cosas a tal punto que nos obliga a pensar formas de riego más eficientes, no al riego a manto por ejemplo; replantear la cantidad de uso diario de agua para pasar de 470 litros diarios por persona por día a lo que recomiendan los organismos internacionales en la materia de 150 litros por persona; también hace replantear otras fuentes de obtención del líquido vital en forma local u obtenerla de grandes volúmenes provenientes de los océanos mediante desalinización.
Todo cambia, la manera de almacenarla, administrarla y distribuirla también.
El viaje que realizaron a Israel las autoridades provinciales hace una semana puede aportar algunas soluciones. El tratamiento de aguas residuales y hacerlas útiles para la agricultura es una. La desalinización de aguas salobres de varios acuíferos provinciales subterráneos es otra y puede aliviar las cosas algunos años más; el Trasvase parcial del Río Grande al Atuel puede ayudar. Pero debemos planificar las soluciones a mediano y largo plazo y pensar en las generaciones futuras para que las penurias no les lleguen a ellas.
Tengamos en cuenta que estas soluciones tentativas son temporales. Responsables de Irrigación manifestaron en estos días que nadie sabe si el recurso hídrico provincial faltará o no en los próximos años pero quisiera recordar que hay un indicador que nos permite saber lo que ocurrirá en el futuro mediato. Solo hay que analizar lo ocurrido con el agua proveniente de la cordillera en el lado chileno y ver qué y cuándo ocurrió, comenzando desde el norte de ese país y llegando a los cambios en Santiago en el último año con el comienzo de la racionalización para uso domiciliario a consecuencia de la desaparición de glaciares a un ritmo vertiginoso.
Si tomamos un paralelo que pase por un punto chileno y su correspondiente argentino veremos que los efectos de la sequía de cuencas del lado trasandino se manifiestan del lado argentino 3 o 4 años después y con una tendencia inexorable.
De confirmarse la no construcción de Portezuelo, surge una pregunta obligada, ¿qué se hace con los 1023 millones de dólares que están en danza? Teniendo en cuenta que ese importe beneficiaría al departamento de Malargüe por ser el territorio donde se construiría el dique, se debería favorecerla con otras obras fundamentales y el resto ser utilizado con mucho criterio. En este supuesto de inversión deberíamos pensar la situación de crisis hídrica a largo plazo y reservar una gran partida para comenzar a proyectar las grandes obras que el futuro mediato y el cambio climático puede exigirnos y que debemos enfrentar en el presente y así asegurar bienestar a próximas generaciones, bajo el lema “diciendo y haciendo”.
por Enrique Mario Barrera
