El jefe de la banda de los copitos, Nicolás Gabriel Carrizo, pasa sus días con un régimen solitario en el penal de Marcos Paz, a la espera del juicio oral por el atentado a Cristina Kirchner, ocurrido hace un año.
Por decisión de la jueza María Eugenia Capuchetti con el propósito de preservar su seguridad, el joven de 28 años cumple la prisión preventiva sin contacto con otros internos. Su compañía cotidiana es un gato e invierte la mayor parte del tiempo en la lectura de libros de psicología, según pudo saber TN a través de su entorno.
A Carrizo lo visitan familiares los viernes. Los sábados suele recibir a su novia, una joven con la que había iniciado una relación meses antes del 1 de septiembre de 2022, cuando a la vicepresidenta le gatillaron en la cabeza sin que saliera la bala mientras saludaba a militantes en la puerta de su departamento de Recoleta.
Al jefe de los copitos se le adjudicó ese mote por ser el propietario de una máquina de algodón de azúcar que era su fuente de ingresos. Carrizo fabricaba la golosina y tenía empleados que la revendían, entre ellos Fernando Sabag Montiel y Brenda Uliarte, los otros implicados en el hecho.
La máquina quedó abandonada en los meses siguientes al intento de magnicidio. Semanas atrás, un conocido de Carrizo tomó el control y reactivó el negocio, contó la fuente.
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Carrizo, imputado como partícipe secundario del intento de magnicidio, tiene hoy “nula relación” con Sabag Montiel y Uliarte. Más allá de que los dos últimos permanecen detenidos en la cárcel de Ezeiza, previo al hecho habían tenido “un vínculo muy corto y estrictamente comercial”, según mencionó Gastón Marano, abogado de Carrizo, a TN.
“Él conoció a Sabag Montiel y a Brenda a fines de julio del año pasado. Tuvieron una reunión en la casa de una chica llamada Mara, y ahí acordaron que él les vendería el palo de copos a 800 pesos, para que lo revendieran en 1200. Un mes duró la relación entre ellos”, contó.
Durante ese tiempo, subraya el abogado, el vínculo entre los tres “fue malo, porque ellos (Sabag Montiel y Uliarte, que a su vez eran pareja) eran malos trabajadores y además vivían llegando tarde” al puesto que Carrizo tenía sobre la avenida Montes de Oca, en el barrio porteño de Barracas.
“La relación de Carrizo con ellos era espinosa, especialmente con Sabag Montiel”, dijo. Además de los tres detenidos, de la banda de los copitos también formaban parte Miguel Ángel Castro Riglos, Sergio Orozco, Leonardo Volpintesta y Lucas Acevedo: si bien no están implicados en el ataque, forman parte de una de las líneas de investigación.
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Marano también se refirió al día a día de Sabag Montiel y Uliarte en Ezeiza. “No soy su abogado, pero él está en un estado de abandono tal que casi que me dan ganas de pedirle a la Justicia que haga algo. Evidentemente, su defensa pública no lo visita”, señaló en alusión al hombre que le gatilló dos veces a la titular del Senado, y reposó en las cartas de puño y letra que este escribió desde la cárcel.
“Es muy incoherente todo lo que dice. El tipo de letra, la falta de cadencia entre los párrafos. Creo que está atravesando un episodio mental serio y no está siendo atendido”, insistió, y se refirió a Uliarte: “A ella la visitan unos excompañeros de colegio. Creo que tiene un poco más de contención”.
Los mensajes que incriminaron a Carrizo: “Hubo 32 testigos que dijeron que eran pavadas”
“Recién intentamos matar a Cristina”; “mi empleado le quiso disparar”; y “el arma es mía”, son algunos de los mensajes que envió Nicolás Carrizo a través de WhatsApp la noche del 1 de septiembre del año pasado, y que se convirtieron en la principal prueba de su presunta participación en el hecho.
“En esos mensajes, él habla de una participación que en realidad no tuvo”, mencionó Marano, e insistió que esos comentarios fueron “chistes” que su defendido les hizo a algunos familiares y amigos para jactarse de que conocía al atacante. “A todos les mandaba la foto de Sabag Montiel vendiendo copos”, indicó.
“Hubo 32 testigos que declararon que les habían parecido pavadas las cosas que decía Carrizo. Todos dijeron lo mismo”, insistió el letrado, y profundizó: “Entre Sabag Montiel y Brenda hay cientos de mensajes sobre el hecho. Entre ellos y Carrizo, ninguno. Todos los mensajes que encontraron están relacionados con el trabajo”.
A su vez, negó que Carrizo tuviera alguna vinculación con la agrupación de ultraderecha Revolución Federal. “No tenía ninguna relación. Brenda Uliarte alguna vez participó de una marcha de las antorchas, al igual que otras cientos de personas. Y nada más”.
Fuente – TN