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viernes 19, de abril , 2024

Carta de académicos a los no vacunados

La estrategia de establecer la obligatoriedad de la vacunación contra el covid-19 o la implementación de métodos coercitivos no hacen más que aumentar la desconfianza de la población en estos productos que por el momento plantean más interrogantes que certezas. Hasta la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió esta realidad y anunció la última semana que no adhiere a la obligatoriedad de la inoculación en ningún país y aclaró que las vacunas no bastan en la lucha contra el coronavirus ya que deben combinarse con las medidas para frenar los contagios.

 

En el marco de una feroz campaña en la que se pretende transmitir que solo con la vacunación de todas las personas podremos salir de esta crisis, ahora la alicaída entidad sanitaria mundial matizó que los inmunizantes son solo «una de las varias herramientas que tenemos en nuestras manos» para combatir la enfermedad. Pero, dado los múltiples vaivenes a los que nos tiene acostumbrados, no sabemos si esto lo sostendrá mañana.

 

Mientras tanto, en la Argentina la ministra de Salud Carla Vizzotti aseguró en los últimos días que desde el Gobierno nacional no descartan la elaboración de una normativa que favorezca a quienes decidieron recibir la vacuna contra el coronavirus. En tanto que el titular de la Unión Industrial Argentina (UIA) Daniel Funes de Rioja fue el blanco de las críticas tras su inconcebible manifestación de que las empresas podrán considerar eliminar la dispensa a los trabajadores que decidan no inocularse y, ante la imposibilidad de incorporarlos al ámbito laboral, evaluar “cesar su remuneración”.

 

La urgencia de hacerle frente a estas y otros tipos de presiones llevó recientemente a un grupo de académicos canadienses a redactar una carta abierta en apoyo de quienes han decidido no aceptar la vacuna contra el covid-19. “Decidir no aplicarse la vacuna es dejar espacio para que surjan la razón, la transparencia y la responsabilidad”, enfatizan los autores, quienes hacen hincapié en la naturaleza voluntaria de este tratamiento médico al igual que la necesidad de que exista un consentimiento informado y la evaluación individual del riesgo-beneficio.

 

“El control de nuestra integridad corporal puede ser la última frontera de la lucha por la protección de las libertades civiles”, aseguran los firmantes Angela Durante, Denis Rancourt; Claus Rinner; Laurent Leduc; Donald Welsh; John Zwaagstra; Jan Vrbik y Valentina Capurri, todos ellos doctores en distintas disciplinas.

 

La carta fue publicada en el sitio de la Asociación de libertades civiles de Ontario (OCLA, por sus siglas en inglés) días antes de que el gobierno canadiense anunciara que tiene la intención de hacer obligatorias las vacunas contra el covid en toda la administración pública federal y que exigirá que todos los pasajeros de aviones comerciales, trenes interprovinciales y cruceros estén completamente vacunados a más tardar en octubre. El texto -que transcribimos a continuación- destaca la importancia de la unión y el apoyo mutuo entre quienes han tomado la decisión de no inocularse:

 

¡No estás solo! Al 28 de julio de 2021, el 29% de los canadienses no se ha vacunado contra el covid-19 y un 14% más ha recibido una dosis. En Estados Unidos y en la Unión Europea, menos de la mitad de la población está totalmente vacunada, e incluso en Israel, el «laboratorio del mundo» según Pfizer, un tercio de las personas siguen sin estar completamente vacunadas.

 

Los políticos y los medios de comunicación han adoptado un punto de vista uniforme, convirtiendo a los no vacunados en chivos expiatorios de los problemas que han sobrevenido tras dieciocho meses de alarmismo y confinamientos. Es hora de aclarar las cosas.

 

Es totalmente razonable y legítimo decir «no» a las vacunas insuficientemente probadas para las que no existe una ciencia fiable. Tienes derecho a hacer valer la tutela de tu cuerpo y a rechazar tratamientos médicos si lo consideras oportuno. Tienes derecho a decir «no» a una violación de tu dignidad, tu integridad y tu autonomía corporal. Es tu cuerpo y tienes derecho a elegir. Tienes derecho a luchar por tus hijos contra su vacunación masiva en la escuela.

 

Tienes razón al preguntarte si el consentimiento libre e informado es posible en las circunstancias actuales. Se desconocen los efectos a largo plazo. Se desconocen los efectos transgeneracionales. Se desconoce la desregulación de la inmunidad natural inducida por la vacuna. Se desconocen los daños potenciales, ya que la notificación de los efectos adversos es tardía, incompleta e incoherente entre jurisdicciones. Eres el blanco de los medios de comunicación, las campañas de ingeniería social del gobierno, las normas y políticas injustas, los empleadores que colaboran y la mafia de las redes sociales.

 

Se te dice que tú eres ahora el problema y que el mundo no puede volver a la normalidad a menos que te vacunes. La propaganda te convierte en un vil chivo expiatorio y los demás te presionan. Recuerda que no hay nada malo en ti.

 

Se te acusa inexactamente de ser una fábrica de nuevas variantes del SARS-CoV-2, cuando en realidad, según los principales científicos, tu sistema inmunitario natural genera inmunidad contra múltiples componentes del virus. Esto favorece tu protección contra una amplia gama de variantes virales y anula la propagación a cualquier otra persona.

 

Está justificado que exijas estudios independientes revisados por pares, no financiados por empresas farmacéuticas multinacionales. Todos los estudios revisados por pares sobre la seguridad y la eficacia a corto plazo han sido financiados, organizados, coordinados y apoyados por estas empresas con fines de lucro; y ninguno de los datos del estudio se han hecho públicos o han estado disponibles para los investigadores que no trabajan para estas empresas.

 

Tienes razón al cuestionar los resultados de los ensayos preliminares de la vacuna. Los elevados valores de eficacia relativa alegados se basan en un pequeño número de «infecciones» tenuemente determinadas. Además, los estudios no eran ciegos, ya que las personas que administraban las inyecciones sabían o podían deducir si estaban inyectando la vacuna experimental o el placebo. Esta no es una metodología científica aceptable para los ensayos de vacunas.

 

Tienes razón cuando pides una diversidad de opiniones científicas. Al igual que en la naturaleza, necesitamos un policultivo de información y sus interpretaciones. Y eso no lo tenemos ahora. Decidir no aplicarse la vacuna es dejar espacio para que surjan la razón, la transparencia y la responsabilidad. Tienes razón al preguntar: «¿Qué viene después cuando cedemos la autoridad sobre nuestros propios cuerpos?». No te dejes intimidar.

 

Estás demostrando resiliencia, integridad y valentía. Te estás uniendo en tus comunidades, haciendo planes para ayudarse mutuamente y defendiendo la responsabilidad científica y la libertad de expresión, que son necesarias para que la sociedad prospere. Estamos entre los muchos que los apoyan.

 

MIEDO Y ESTUPIDEZ

 

“Somos un pequeño grupo de académicos de la región, aquí en Ontario, Canadá, que hemos escrito columnas de opinión en periódicos sobre la necesidad de volver a utilizar el método científico de manera adecuada, de evaluar los riesgos y beneficios de la enfermedad en sí misma, de mirar de manera más científica el tema de la transmisión y la proporcionalidad de la amenaza, y muchos otros aspectos”, detalló en una entrevista con La Prensa el doctor Claus Rinner, profesor en el departamento de Geografía y Estudios Ambientales de la Universidad de Ryerson y uno de los firmantes de la carta abierta, al ser consultado sobre el motivo que los llevó a redactarla.

 

“Luego vimos que había que hacer algo más y Angela Durante tuvo la idea de escribir algo para apoyar a aquellos que decidieron no vacunarse aún o no hacerlo nunca, debido a la presión que todos están viviendo socialmente de la familia, amigos, empleadores, de los medios…”, añadió el académico, quien desde que se declaró la “pandemia” ha volcado sus análisis en un blog personal y dos libros (“The Coronoia Blogbook” y “The Coronoia reloaded”).

 

– ¿A qué atribuye que exista semejante presión a nivel mundial para que las personas de todas las edades se vacunen, aun cuando los ensayos de las vacunas no han concluido, y que incluso se esté incitando a vacunarse a grupos que no fueron incluidos en los estudios, como las embarazadas o los niños?

 

– Es un misterio. No creo en las teorías de una pandemia planificada de gran alcance y ese tipo de cosas, aunque cada vez es más difícil no creer en eso. Pero todavía pienso que es el miedo y la estupidez entre quienes toman las decisiones y un poco de oportunismo, tal vez. Me parece que los médicos de salud pública y los políticos que están impulsando la campaña de vacunación verdaderamente creen que es la mejor opción.

 

– ¿Qué rol juega el factor económico?

 

– Es obvio que hay intereses de lucro detrás de la industria farmacéutica. Y es raro que eso no se cuestione más por parte de periodistas o políticos, en particular los políticos de derecha, pero en definitiva me parece que no es muy distinto de otras industrias que están impulsando o tratando de impulsar sus ganancias. Es entendible en cierto punto, pero debido a que afecta a nuestro cuerpo, tiene más impacto y es más problemático y debería ser más escudriñado por los periodistas, por ejemplo.

 

– Los principales mensajes de la campaña pro vacunación contra el covid son que estas vacunas salvan vidas y que es un acto de responsabilidad social inmunizarse. Pero, lejos de ser irresponsable quien no se vacuna, la carta de ustedes sugiere que podría ser hasta prudente no hacerlo. ¿Es así?

 

– No puedo hablar desde una perspectiva médica, pero sí desde una perspectiva lógica. He revisado los documentos de los ensayos, de las autorizaciones de las vacunas en Canadá y en Estados Unidos, y he leído literatura científica, por ejemplo, sobre los criterios de valoración en los ensayos de las vacunas o el objetivo de estos ensayos. Las vacunas se probaron para comprobar la reducción del covid sintomático y el caso se contabilizó como una prueba de PCR positiva junto con un par de estos síntomas normales para un resfrío, los que se redujeron tras la vacunación. Se encontró que las vacunas tenían un efecto en la reducción de la enfermedad pero no fueron siquiera probadas para determinar si impedían o reducían la transmisión entre las personas, no fueron testeadas para conocer si reducen la infección en sí misma, tampoco se testeó si hubo menos personas que dieran positivo al test, por lo cual hubo muchas cosas que los ensayos ni siquiera intentaron responder y ahora parecen estar siendo usados para forzar la vacunación. Eso es simplemente irracional. Me molesta un poco que las personas que parecen ser racionales, que piensan normalmente, ahora se dejen llevar por su miedo sin entender la lógica simple.

 

– Usted mencionó en los textos de su blog que cada vida cuenta y que eso debe incluir a los muertos por causas asociadas a la vacunación. ¿Se están tratando de ocultar estos muertos?

 

– Es muy difícil determinar si un efecto adverso -sea mortal, grave o leve- está realmente asociado con la vacuna. Por lo tanto, entiendo cuando los medios dicen que no se sabe si todos estos reportes de efectos adversos son válidos o no. Pero los reportes están, por ejemplo en el VAERS de Estados Unidos, y son la manera oficial en la que el gobierno pide a la comunidad médica que reporte presuntos efectos adversos. Dicen que esto no puede ser tomado al pie de la letra para el análisis, pero sí debe ser utilizado para elevar las señales de alerta o preocupaciones relativas a la seguridad. Hay más de cien mil, tal vez doscientos o trescientos mil efectos secundarios reportados y algunos de ellos graves. De modo que es obvio que hay muchas señales de alerta que deben ser más investigadas. ¿Están siendo investigadas? No estoy seguro. El número actual de reportes es lo suficientemente alto como para hacer algunas preguntas que deben ser investigadas. Ha habido algunas respuestas, pero una de ellas fue poner el riesgo de miocarditis como un ítem más en el listado de posibles efectos adversos en el etiquetado de la vacuna. Me parece que eso no es suficiente.

 

-¿Cuáles considera que han sido hasta el momento los grandes errores cometidos en nombre de la pandemia?

 

– Confío en algunos de los médicos y científicos de la salud que son críticos ante esta situación y, basándome en eso, debo decir que el uso de los tests de PCR parece ilógico. Obviamente no es adecuado para detectar infección en el sentido de alguien que esté enfermo. Detecta el virus ya sea que la persona esté enferma o que simplemente el virus esté ahí presente como una sobra de una infección que ya se ha curado. Todo lo demás parte desde ese test. Muchas de las hospitalizaciones no se debieron al covid sino que cuando se detectó el virus se contabilizó como un caso de covid, lo mismo pasó con las muertes, seguramente. Entiendo que si un test como ese se usara para otro virus podríamos crear el mismo escenario porque uno encontrará cosas en el organismo que serán atemorizantes.

 

– ¿El covid-19 ha significado la muerte de la ciencia?

 

– Estoy bastante sorprendido y algo decepcionado con la ciencia. Es difícil decir si se trata de la ciencia en sí misma o cómo está siendo comunicada y utilizada porque incluso en la literatura médica si uno busca estudios sobre covid y, por ejemplo, el uso de barbijos si bien encontrará aquellos que avalan el uso de barbijos también encontrará estudios que no encuentran su utilidad. Por lo tanto, creo que la ciencia está todavía funcionando. Siendo optimista, no es la ciencia sino cómo la ciencia se traduce en conocimiento público en los medios y en decisiones políticas. Hay científicos en estos roles que dicen que no hay dudas sobre unas y otras cuestiones, pero eso no es posible. La ciencia nunca se asienta, la ciencia hace preguntas y debería estar haciendo más preguntas.

 

– Si un amigo o familiar le pidiera un consejo acerca de la conveniencia de vacunarse contra el covid ¿qué le diría?

 

– No soy médico pero como académico pensante estaría preocupado por la seguridad a largo plazo desconocida de las vacunas, también me preocuparía por los efectos adversos a corto plazo dado que el cálculo de riesgo-beneficio para la mayoría de las personas, en especial los jóvenes, arroja que no hay un beneficio que supere esos riesgos. Los riesgos son muy bajos, basándonos en los números, pero los beneficios también lo son. Por lo tanto, yo aconsejaría esperar y ver.

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