Cada 5 de junio celebramos el Día Mundial el Medio Ambiente, fecha establecida por resolución de la ONU en 1977, aunque su origen data de la Conferencia de Estocolmo que se realizó en 1972.
Valga esta pequeña introducción para remitirnos a dicha conferencia que comenzaba hace exactamente 50 años y de la que participaron 113 naciones, donde se emitió una declaración cuyos principios continúan no sólo igual de vigentes, sino claramente con mayor relevancia en un planeta que nos dice a gritos que no podemos seguir agrediéndolo.
Ante la necesidad de un criterio común que ofrezcan a los pueblos del mundo inspiración y guía para preservar y mejorar el medio humano, se proclamó en su punto 4 que:
- En los países en desarrollo, la mayoría de los problemas ambientales están motivados por el subdesarrollo.
Medio siglo después, en Mendoza, sufrimos de primera mano esa realidad tercermundista.
Porque en la República Argentina vemos como se desperdicia la enorme oportunidad de generar energía hidroeléctrica para abastecer a gran parte del territorio mendocino e inyectar sus excedentes al Sistema Interconectado Nacional con la pública (aún no formal) negativa presidencial a concretar la mega obra de Portezuelo del Viento en Malargüe; esto con el silencio de parte de la dirigencia política local y ayuda del peronismo pampeano.
No necesitamos volver a justificar el origen de los fondos ni su legitimidad para con los mendocinos y en especial para los sanrafaelinos. Nadie puede discutir que las energías renovables son el futuro de un mundo que busca alternativas para abandonar el uso de los combustibles fósiles. El principal reto que enfrenta la humanidad es compensar la falta de energía allí donde vive la gente.
A pesar de ello, hoy estamos perdiendo una oportunidad valiosísima para concretar ese avance inconmensurable por cuestiones mezquinas que responden a la política partidaria, eso sin mencionar el abandono intencional de una fuente que crearía miles de empleos y una oportunidad de crecimiento para los sectores de producción y servicios.
Basta con mirar lo que hoy sucede en Europa, donde la invasión Rusa a Ucrania tomó de rehenes a algunas de las naciones más poderosas del mundo que dependen del suministro de gas que maneja Vladimir Putin, y que obligaron por ejemplo a Alemania a volver a orientarse hacia las energías renovables para abastecer a su población.
Allí están claramente enfocados en que la continuación de los parques eólicos, las centrales solares y las hidroeléctricas darán lugar a un excedente de electricidad. Se trata de una especie de «dinero de la nada»: del viento, del sol, del flujo de agua en los ríos, es decir, de todo lo que existe desde mucho antes de que hubiera vida en la Tierra.
Mientras tanto, en Argentina transitamos el camino opuesto y derribamos esos proyectos. Tras años de estudios y con la obra lista para comenzar a ejecutarse.
Por este motivo, este 5 de junio es una fecha particularmente dolorosa para los mendocinos y nuestros antepasados, que soñaron con un desarrollo armónico de la población y en comunión con el ambiente del que obtenemos nuestro sustento.
Por ello le exigimos al presidente Alberto Fernández que emita con urgencia el laudo positivo en favor de Portezuelo, o en su defecto nos permita destinar esos fondos a la concreción de otras obras de infraestructura que favorezcan el desarrollo de nuestra matriz productiva y la generación de energías limpias. No podemos darnos el lujo de seguir desperdiciando oportunidades de crecimiento mientras empobrecemos a los habitantes de una de las regiones más ricas del mundo.
La clave de la sustentabilidad es pasar de lo lineal a lo circular. Así como existe este paradigma en la economía, es necesario adoptarlo para la gobernación de los Estados. Y para eso, se necesitan verdaderos estadistas. No personas que miren su ombligo.
Adrián Reche
Diputado provincial UCR
