Según cifras del INDEC, los salarios crecieron 14,9% en el primer trimestre, pero perdieron contra los precios, que en ese mismo período aumentaron un 16,1%. Al mismo tiempo, en lo que va del año se observa un crecimiento de la economía de más de 10 puntos, aunque esa saludable recuperación no se refleja en los ingresos. Por otra parte, el desempleo se redujo a 7 puntos, la tasa más baja desde 2015, pero ese dato positivo se complementa con un poder adquisitivo del salario que no logra recuperarse.
El sector más crítico del rumbo que ha tomado la economía nacional advierte que en el escenario actual se observa un modelo de crecimiento con salarios bajos. Dicho de otro modo, la recuperación de la actividad económica no tiene impacto directo en los bolsillos de la gran mayoría de los ciudadanos. En rigor, los indicadores económicos confirman que, efectivamente, hay signos de recuperación, lo que no es poco si se tiene en cuenta el actual contexto internacional y el impacto que tuvo la pandemia en la economía doméstica, pero a la vez se observa que la distribución del ingreso no está en sintonía.
Hay libros de economía que sostienen que la recuperación debe estar impulsada por el consumo doméstico, es decir, a través de mejoras en los salarios, las jubilaciones y pensiones, pero esos textos son solo una parte de la biblioteca. Otra parte de la teoría sostiene que los verdaderos motores del crecimiento son las inversiones y las exportaciones.
La economía debe ser política, ya que las decisiones de política económica están siempre mediadas por profundas disputas de poder. Este abordaje es clave para comprender la sucesión de los distintos patrones de acumulación que se han manifestado a lo largo de la historia argentina y que no necesariamente coinciden con los cambios de las administraciones gubernamentales. Actualmente en nuestro país se observa, una vez más, que el crecimiento económico en sí mismo no supone una reducción de la desigualdad, y ese es un punto que los dirigentes deberían tener muy en cuenta.
