De sacerdote rural en Australia a gran tesorero del Vaticano, el cardenal George Pell, fallecido a los 81 años, tuvo un rápido ascenso en la jerarquía eclesiástica hasta que fue manchado por una condena por abusos sexuales a menores de la que finalmente fue absuelto.
Considerado antes del escándalo como la mano derecha del papa Francisco en la Santa Sede, el clérigo australiano falleció en Roma, a donde habia regresado meses después de quedar libre en Australia. Su fallecimiento se debió a complicaciones cardíacas a raíz de una operación de cadera.
«Con profunda tristeza puedo confirmar que su eminencia, el cardenal George Pell, falleció en Roma a primera hora de la mañana», informó el arzobispo australiano Anthony Fisher en un comunicado.
Para quienes lo admiraban, el cardenal Pell encarnaba, con su imponente figura y su elocuencia, la defensa de la ortodoxia en el seno de la Iglesia.
Con la misma fuerza se defendió de las acusaciones de haber abusado de dos monaguillos en la catedral de San Patricio de Melbourne en los 1990.
Condenado en primera instancia y luego en apelación, el prelado quedó finalmente absuelto por la Corte Suprema de Australia y liberado después de más de un año en prisión.
Nacido en 1941, creció en la ciudad de Ballarat -estado de Victoria-, donde fue un entusiasta miembro del equipo de debate de su universidad. Tenía los papeles principales en las obras de teatro escolares y destacaba en fútbol australiano.
Su madre, una ferviente católica, estaba entusiasmada con que su hijo tomara el camino de la iglesia. Su padre, anglicano, no comprendía que hubiera rechazado un suculento contrato con un gran equipo de fútbol australiano.
Siguió parte de sus estudios en Roma antes de ser ordenado sacerdote de la diócesis de Ballarat, en 1966.
Su ascenso fue fulgurante: obispo auxiliar de Melbourne en 1987, arzobispo de esa misma ciudad en 1996, de Sídney en 2001 y cardenal en 2003, nombrado por el papa Juan Pablo II, por lo que participó en los cónclaves que eligieron a Benedicto XVI y a Francisco.
En 2014, el papa argentino lo eligió para lograr una mayor transparencia en las finanzas como prefecto de un nuevo y poderoso dicasterio, la Secretaría de Economía del Vaticano, el virtual número tres de la curia romana.
«El cardenal Pell es uno de los hombres eclesiásticos más grandes que Australia haya tenido», declaró sobre él el ex primer ministro conservador Tony Abott.
Pero su reputación se vio perjudicada en los últimos años por las acusaciones de graves delitos. Él negó firmemente que hubiera encubierto abusos cometidos por sacerdotes en el estado de Victoria, en el que trabajaba.
Una investigación nacional sobre la respuesta institucional que se dio a los abusos sexuales contra menores en Australia entre 1950 y 2010 recogió hasta 4.444 presuntas víctimas de pederastia.
Además, señaló que en algunas diócesis más del 15% de los sacerdotes eran sospechosos, pero eso no dio lugar a ninguna pesquisa.
El cardenal Pell, que compareció varias veces ante esa comisión de investigación, pidió disculpas en nombre de la Iglesia, pero insistió en que no tenía recuerdo de acusaciones de abusos.
Admitió haber «fallado» al lidiar con los sacerdotes pederastas en el estado de Victoria en la década de 1970. Pero afirmó que fue engañado por la jerarquía católica sobre lo que realmente ocurría en una época de «crímenes y de disimulación».
Después, las acusaciones de agresión recayeron directamente sobre él, lo que lo fue apartando poco a poco de la vida del Vaticano.
Volvió voluntariamente a Australia para enfrentar las acusaciones y en febrero de 2019 fue condenado a seis años de cárcel, tras lo cual dimitió como tesorero de la Santa Sede y fue encarcelado cerca de Melbourne.
«Lo peor, supongo, fueron los registros al desnudo. Fueron breves, humillantes. La ignominia es probablemente lo peor», declaró tras su liberación.
Finalmente absuelto en abril de 2020, volvió a Roma cinco meses después, donde fue recibido por el mismo papa Francisco.
