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viernes 19, de abril , 2024

La contundente reflexión del fiscal Javier Giaroli por la que destacó el trabajo de la Policía

La presunta participación de un efectivo policial en un asalto a una familia de Las Paredes fue, sin dudas, una de las causas judiciales más trascendentales de este verano, no solo por el hecho en sí, también por todos los efectos colaterales que produjo.
En ese contexto, el fiscal Javier Giaroli, responsable de la investigación contra el policía Jonathan Osorio, actualmente prisión preventiva y acusado de integrar una banda delictiva, escribió en Facebook una interesante reflexión donde hizo pública la desazón que le provocó el “caso Osorio” y en la que aclaró el respeto y admiración que tiene hacia los buenos policías.

El escrito completo
Hace unos meses recibí un llamado en la madrugada. Un ayudante fiscal me informó que había ocurrido un grave hecho: un robo cometido por tres sujetos con armas.
Y de repente, el golpe: eso no era todo, uno de los implicados era un policía.
Luego de los primeros segundos de estupefacción, junto con mi equipo de trabajo nos ha tocado la desagradable tarea de continuar con esa investigación. Y digo desagradable ya que, si bien el tiempo en este rubro me ha provocado una especie de “anestesia emotiva” (nada mejor que una temporada en la UFI de Homicidios para ello), no consigo evitar que me afecten investigaciones donde sean niños las víctimas, o sean policías los autores.
No es el caso de opinar sobre el mayor o menor mérito de esa causa, sino reflexionar sobre cómo el caso ha afectado, y mucho, a una gran cantidad de personas.
Es que hay en esto una suerte de herejía: un policía, quien esa noche debía cuidar a las víctimas, por el contrario habría confabulado con los autores.
Si bien no es el primer caso en que me toca intervenir que involucra a policías (sin ir más lejos, recuerdo a “Pepe Violín”, policía violador de prostitutas en la 4a sección, creo que todavía sigue preso por ello), tengo para mí que no existen malos policías, existen delincuentes que durante un tiempo mayor o menor nos engañaron haciéndonos creer que lo eran solo por usar un uniforme.
Todos los que conozco y trato a diario son buenos policías, tienen una profunda vocación de servicio, y justificado orgullo por su profesión.
He visto policías intoxicados por intentar salvar a niños de un incendio. Mujeres policías amamantar niños abandonados. Perseguir a un ladrón hacia la oscuridad, sin saber si saldrá vivo de donde se está metiendo. Llegar a la Oficina Fiscal rebosado de tierra y dolorido pero feliz porque un delincuente no se le ha escapado. Estar noches de consigna, pasar frío, ser escupidos, insultados. Ser cuestionados injustamente. Ser señalados con el dedo solo por estar tomando un helado con el uniforme. Los he visto comprar con su magro sueldo algo para que coma un abuelo que está perdido en la sala de espera de una comisaría. Ir en su vehículo particular al lugar de un hecho. He visto policías no abandonar un caso por más que pasen años sin dar con el autor. He visto policías llorar sin consuelo, cuando me tocó decirle que habían matado a su compañero. He felicitado por escrito a policías que con su arrojo contribuyeron a detener a uno de los autores de un robo a una joyería, no obstante de estar de franco, o volviendo a su casa.
Esa misma noche, la del robo que motiva mi reflexión, fueron policías los que con la cara demudada por vergüenza propia y ajena, detuvieron a su compañero. Fue otro policía el que señaló cada uno de los domicilios que se allanaron, permitiendo que las víctimas recuperaran muchas de las cosas robadas. Son policías los que hacen de tripas corazón y continúan investigando ese y otros casos, en silencio, soportando el injusto escarnio por lo que pudo o no haber hecho su “compañero”.
Es por eso que esta reflexión me lleva a saludar calurosamente a todos mis queridos amigos policías, muchos a quienes conozco desde que era un pinche, el “gordo de la Oficina 9 de Guaymallén”, allá lejos y hace tiempo. Sepan que para mí representan los mejores valores de una sociedad que aspire a ser justa y equitativa, donde el delito no puede quedar impune. Son los hombres y mujeres indispensables. Otros pueden faltar, pero ustedes no. Lamentablemente, nunca van a ser suficientemente reconocidos por ello.

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