La democracia y la participación ciudadana

El entusiasmo de los ciudadanos para participar en los procesos eleccionarios tiene vaivenes en todas las democracias del mundo. La preocupación surge cuando se observa que el fenómeno del abstencionismo crece en algunos países, donde un bajo porcentaje del padrón es el que elige a quienes tomarán decisiones importantes en nombre del conjunto de la sociedad. No es lo que ocurrió, afortunadamente, en las últimas elecciones celebradas en nuestro país, cuando el 71 por ciento de los ciudadanos habilitados para votar concurrió a las urnas. Aunque –también hay que decirlo– en las últimas elecciones PASO la cantidad de votantes que cumplió con su deber cívico no superó el 66%del padrón.
La apatía electoral deteriora, en definitiva, el concepto mismo de democracia, entendida esta como el gobierno de la mayoría. Sin la participación masiva de la sociedad se haría más difícil constituir gobiernos con la legitimidad necesaria para tomar decisiones de peso.
Cada vez que se registra un alto grado de abstencionismo en una elección democrática, lo que sucede después es que el candidato o la candidata que se impone en las urnas termina asumiendo un mandato que solo recibirá el apoyo de una minoría de electores. Si bien la participación electoral es fundamentalmente individual, en los sistemas democráticos esa individualidad solo tiene sentido cuando se ejerce el derecho a elegir. Sin esa adhesión a uno u otro candidato la democracia pierde vitalidad.
Más allá de visiones extremas y poco aplicables a la práctica, la política importa, porque afecta la vida de cada una de las personas que conforman una nación. Las elecciones libres y transparentes celebradas en forma periódica son una condición necesaria pero no suficiente para resolver graves problemas que enfrenta la Argentina, como la pobreza, el desempleo o la inflación. Es necesario continuar trabajando para consolidar las bases del sistema democrático, alentando la participación ciudadana, renovando el compromiso de erradicar cualquier signo de violencia política y promoviendo una actitud de respeto hacia las opiniones de todos.