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  • Perder el tiempo que disfruto no es tiempo perdido.| Marta Troly

jueves 2, de mayo , 2024

La encrucijada (¿válida?) entre trabajar y estudiar

Habitualmente, las crisis económicas despiertan algunas discusiones que en momentos de equilibrio ni siquiera podrían ser tomadas en serio. Nuestro país atraviesa actualmente una de las circunstancias más críticas de los últimos años en cuanto a sus índices macroeconómicos y, así, algunas circunstancias que creíamos definidas nos vuelven a interpelar.
En el marco de las necesidades financieras que padece una gran porción de las familias argentinas, profundizadas por la pandemia, muchos de sus integrantes más jóvenes hoy se debaten frente a la encrucijada entre estudiar y trabajar. Y, de hecho, las estadísticas indican que el trabajo infantil ha crecido en los últimos años en Argentina.
Históricamente, no todas las familias han podido brindarles a sus hijos la posibilidad de una formación académica, pero en la actualidad esa circunstancia negativa se ha extendido socialmente, ya no como una opción sino muchas veces en forma obligatoria. Pero más allá de aquellos grupos familiares que no pueden alcanzar esa posibilidad formativa, existen otros donde se plantea que la actividad laboral es prioritaria respecto a la educación en la inteligencia de que la necesidad económica debe ser afrontada generando ingresos (aunque sean menores) en el corto plazo y no apostando a una mayor capacitación (e ingresos) a futuro. Esta idea también ha llegado a la clase dirigente y varios de sus integrantes la sostienen y la militan.
El resto del mundo –sobre todo el desarrollado- parece desmentir esta última posición, ya que pone a la educación y a la ciencia como pilares fundamentales del desarrollo integral (no solo económico, aunque lo incluye) de las comunidades. Entidades como la Unesco y el Banco Mundial, entre otros, aseguran –basados en estudios incontrastables- que “la educación y el capital humanos son los instrumentos más poderosos para reducir la pobreza y la desigualdad, y sientan las bases del crecimiento económico sostenido”.
Más allá de las urgencias coyunturales, la educación es una herramienta central para la transformación de las sociedades y de sus estructuras productivas. Es solo mediante ella –más allá de contadas y románticas excepciones- que los postulantes pueden posicionarse mejor para acceder a los cada vez más escasos espacios laborales.

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