El tortugo Jorge disfruta de su nueva vida en el Centro de Rehabilitación de Fauna Marina de Mar del Plata: nada activamente, no presenta problemas para alimentarse y busca el sol que le fue negado durante los 38 años que estuvo en cautiverio en el Acuario de Mendoza.
Tras cumplirse ocho días de su arribo al Centro de Rehabilitación de Fauna Marina, la institución envió a la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza el primer informe sobre el estado del animal, que tiene alrededor de 70 años.
Sebastián Fermani, subsecretario de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Municipalidad, indicó a El Sol que el jueves recibieron el reporte de su primera semana. «Se está adaptando muy bien. Los exámenes clínicos que le hicieron arrojan resultados normales. No se ve ningún tipo de estrés«, aseguró.
Y agregó: «Se ve activo, no tiene problemas para alimentarse y, de hecho, le tuvieron que regular la comida porque a mayor gasto de energía, mayor consumo de alimento».
Una escena que llamó la atención de los veterinarios de la entidad y que resulta positivo es que «busca mucho el sol». «Nada a otro lado del estanque para poder disfrutarlo«, contó Fermani, quien detalló que en el acuario municipal, casi no ingresaba luz natural.
Los pasos a seguir
Durante los siguientes tres meses, la institución emitirá informes semanales sobre Jorge, para luego enviar reportes quincenales.
Si la respuesta del reptil continua una evolución favorable, se irá ampliando paulatinamente la profundidad del estanque.
Actualmente, se moviliza en el mismo metro y medio de profundidad que lo hacía en la provincia. Además, se irá diversificando su dieta, ya que hoy solo consume calamares.
«Tenemos una felicidad inmensa al ver que todo el esfuerzo a válido la pena por el bienestar del animal. Hoy está en un lugar 5 veces más grande y se irá ampliando«, concluyó Fermani.
Jorge llegó a Mendoza el 4 de marzo de 1984, luego de que pescadores lo hallaran en una playa cercana a Bahía Blanca, muy lejos de su hábitat natural. Hasta este traslado, estuvo en el Acuario de la Ciudad de Mendoza, donde pasó toda su vida en un estanque de tan solo 20.000 litros de agua salada.
Fuente: El Sol