Los “extraños” de las elecciones

Se denomina “outsider” a aquel que viene de afuera o de otro lugar. En materia política, el outsider es el candidato que se presenta a una elección sin tener una pertenencia evidente con partido político alguno. Si bien la política argentina brinda ejemplos de personas que arribaron a puestos electivos después de haber forjado su prestigio en otras actividades, lo cierto es que la mayoría de ellos utilizaron las estructuras partidarias tradicionales para lograr esos cargos.
El fenómeno que parece vislumbrarse ahora es diferente por una sencilla razón: los outsiders de hoy no solo no buscan utilizar esas estructuras sino que, por el contrario, en muchos casos las rechazan abiertamente. Y quizás allí resida una parte importante de su eventual popularidad ya que el enojo, la decepción y, sobre todo, la desconfianza que el electorado evidencia para con los partidos tradicionales y sus representantes podrían garantizarle al “extraño” un buen caudal de votos. Esto es, los indignados con la política tal y como la conocemos hasta ahora –que cada día son más- son la piedra basal de un eventual éxito para quienes vienen desde afuera de ella. Las próximas elecciones también mostrarán –incluso aquí, en San Rafael- a algunos de esos “extraños” buscando puestos dirigenciales.
En un país donde la clase dirigente (de todos los partidos) no puede brindar muchas respuestas ante su deficiente tarea a la hora de cumplir el objetivo final de la política que es el bien común, la aparición de alguien foráneo podría llevar al electorado a ver en ellos a alguien que no está contaminado con los vicios e incapacidades de los políticos “del palo”.
Más allá de este pensamiento, válido ante la palmaria realidad, las generalizaciones parecen injustas. Así como existen dirigentes buenos y malos, decentes y corruptos, aptos e ineptos dentro de los partidos políticos, igual sucede con los outsiders. De hecho, en otros puntos del planeta existen ejemplos de que todo es posible. Sin embargo, la discusión deja algo en claro: la necesidad popular de depositar su mandato de confianza en alguien que lo represente fielmente y que cumpla sus expectativas.