Las imágenes de los incendios forestales en Australia son perturbadoras. Desde octubre –cuando se iniciaron– hasta hoy, 27 personas han muerto y miles han sido sometidas a repetidas evacuaciones, las llamas han arrasado con más de 10 millones de hectáreas de tierra y han matado a más de 1.000 millones de animales, en lo que constituye el mayor desastre en la historia de ese país de Oceanía.
En nuestra región, los incendios forestales son una penosa constante y en la temporada estival su riesgo se acrecienta. Si bien las condiciones naturales de nuestra tierra (altas temperaturas, pocas precipitaciones, tormentas eléctricas) son caldo de cultivo para este tipo de estragos, la mano del hombre suele ser la causante de la mayoría, al igual que en Australia, donde ya hay casi 200 detenidos acusados de generar los pavorosos incendios.
A escala global, los incendios forestales constituyen uno de los mayores agentes de degradación de los ecosistemas, provocando cambios en la vegetación, suelo, fauna, procesos hidrológicos y geomorfológicos, calidad de las aguas e incluso cambios en la composición de la atmósfera, entre otros efectos negativos. Lo de Australia es una lacerante muestra de ello y en regiones como la nuestra deberíamos extremar las medidas para evitar estas situaciones que, como se ve, son devastadoras.
Si bien a nivel nacional y provincial existen normas legales que buscan evitar y/o sancionar las conductas humanas que pueden derivar en estos eventos dañosos, pareciera ser que para atacar eficazmente el flagelo se necesitan dos cosas: por un lado, educación y campañas públicas de concientización ciudadana para evitar acciones como quemas de pasturas, dejar restos de asados o fogones mal apagados o arrojar colillas de cigarrillos aún ardientes; y por el otro, la voluntad y decisión política de las autoridades gubernamentales para instrumentar eficazmente los planes de manejo del fuego que permitan prioritariamente prevenir los incendios y, en caso de que estos se produzcan, poder combatirlos de manera tal que se puedan evitar daños irreparables.