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martes 23, de abril , 2024

“Ma, te amo”: el santuario que la mamá de Candela Rodríguez hizo con la última frase que escuchó de su hija violada y asesinada

El 22 de agosto de 2011 Candela, que entonces tenía 11 años, salió a la vereda de su casa en el partido bonaerense de Hurlingham a esperar que llegaran sus amigas para ir juntas a la reunión del grupo de boy scouts al que todas pertenecían. “Ma, te amo”, le dijo la nena a su mamá antes de cerrar la puerta. Esa fue la última vez que Carola Labrador vio a su hija. “Ese día se nos paró el mundo”, afirmó la mujer, en diálogo con TN.com.ar.

El timbre sonó recién a las cuatro menos cuarto de la tarde. Las amigas preguntaban por Candela pero ella ya no estaba. Era una tarde muy fría y el grupo salió a buscarla por el barrio hasta que, sin éxito, cerca de las 19.30 fueron a presentar la denuncia por la desaparición en la comisaría. En ese momento, no sabían y no podían siquiera imaginar que tres hombres a bordo de una camioneta negra se la habían llevado de la esquina de su casa.

Candela fue secuestrada, violada y asesinada a los 11 años. (Foto: TN).

“Fueron nueve malditos días”, manifestó Carola sobre aquellas más de 200 horas en las que se buscó contrarreloj a Candela hasta que finalmente se encontró su cuerpo el 31 de agosto adentro de una bolsa, al costado de la colectora de la Autopista del Oeste, a unas 30 cuadras de donde vivía la víctima con su familia.

No solo la habían secuestrado. Habían abusado sexualmente de ella y después de tenerla nueve días cautiva la asesinaron. “Nunca se sale de un dolor así”, aseguró su mamá en el décimo aniversario del crimen. Carola no pudo volver a su casa de Hurlingham después de enterrar los restos de su hija. Hoy vive con su esposo y sus dos hijos varones en Tres de Febrero, donde le armó a Candela un santuario repleto de fotos, luces de colores, mariposas y regalos que le compra todos los años.

Carola armó una especie de santuario para su hija en su casa. (Foto: gentileza Carola Labrador).

“Todo el tiempo la pienso como siempre fue, una nena feliz”, sostiene Carola, que en ningún momento habla de su hija como si ya no estuviera. Es que, de alguna manera, esa nena que se inmortalizó con su sonrisa y el brillo en los ojos, sigue presente en esa casa. “Ella nos ha dado señales en todo este tiempo”, dijo convencida, aunque señaló: “Son señales que solo una familia que tiene un ángel en el cielo puede comprender”. En ese sentido, sentenció: “Siempre supe que Candela no era para este mundo, ella era especial”.

En los últimos 10 años Carola puso toda su energía en ayudar a transitar el dolor a otros familiares de víctimas. Para eso, armó grupos y redes de contención y ella misma viajó para participar de distintas charlas y muestras por todo el país e incluso llegó también a Chile, Uruguay y México. “Ayudar a otros me ayudó mucho a mi a madurar el duelo”, explicó.

Luces de colores y mariposas, el recuerdo permanente de Candela. (Foto: gentileza Carola Labrador).

En esos viajes también pudo recibir el cariño de la gente e incluso se le acercaron personas que no conocía para decirle que Candela había hecho algún “milagro” para ellos. De hecho, resaltó, le hicieron un altar a su hija en el lugar donde apareció su cuerpo y allí la gente “le deja cartas, le pide cosas o simplemente va ahí a llorar”.

El último Día del Niño con Candela

Un día antes de que Candela desapareciera y la vida de su familia cambiara para siempre, festejaron sin saberlo el último Día del Niño todos juntos. Se reunieron, almorzaron pastas, compraron helado. “Fue un día precioso. Ella estaba feliz y nosotros éramos felices con ella”. El padrino le regaló ese domingo plata para que se comprara un pantalón. Tenían pensado ir juntas en la semana a elegirlo, pero la tragedia explotó entre ellas como una bomba apenas unas horas después.

“Quisiera borrar el mes de agosto del almanaque”, se lamentó Carola en la entrevista, y añadió: “Hacer como si no existiera en nuestras vidas”. Pero aunque lo desee con fuerza no puede hacerlo e inevitablemente la cercanía de esta fecha es cada año un nuevo golpe para la familia, como volver a abrir la herida cuando empezaba a cicatrizar. “Me costó entender que tenía que comprar dos regalos el siguiente Día del Niño, que ya no iba a comprar tres”, expresó.

Desde el primer día de la desaparición de Candela, la investigación estuvo viciada de groseros errores e incluso tanto ella como su marido, el papá de la nena que estaba preso en ese momento por una causa de piratería del asfalto, tuvieron que soportar que se los investigara como sospechosos del asesinato de su propia hija. “Les servía que Carola sea una mala madre, que Candela sea una nena que no la cuidaba nadie”, decía en una nota con TN en esos primeros meses, algo que repetiría muchas más veces con el paso de los años. “La verdad no se puede tapar, la verdad es una: Candela era una buena nena y la robaron de la esquina de su casa”.

Las condenas

En 2017, el Tribunal Oral N° 3 de Morón condenó a Hugo Bermúdez a la pena de prisión perpetua por el crimen de Candela. La misma pena recibió Leonardo Jara y cuatro años le tocó a Gabriel Fabián Gómez como partícipe secundario del hecho.

Los jueces dieron por probado que la víctima fue secuestrada a metros de su casa de Hurlingham el 22 de agosto de 2011 y asesinada por Bermúdez a los siete días, entre las 20.30 del 29 de agosto y las 8.30 del 30 de agosto. Y también coincidieron con el fiscal en que la nena de 11 años murió asfixiada.

Sin embargo, la calificación usada para Jara y Bermúdez fue “privación ilegal de la libertad coactiva seguida de muerte”.

A mediados del año pasado, el Tribunal de Casación penal bonaerense confirmó las penas de los tres condenados y estaba previsto que a principios de este se hiciera un segundo juicio en el que serían juzgados como partícipes necesarios el narcotraficante Miguel Angel “Mameluco” Villalba, condenado a 27 años de cárcel por una serie de causas por narcotráfico en la villa 9 de Julio de San Martín; el expolicía bonaerense Sergio Chazarreta; el sindicado informante policial Héctor “El Topo” Moreyra y el carpintero Néstor Altamirano. La pandemia, sin embargo, pospuso ese debate que todavía no tiene nueva fecha.

La responsabilidad de la Policía bonaerense en el secuestro de Candela y también en el encubrimiento de sus asesinos también tuvo su instancia investigativa en la que la cúpula de la fuerza fue señalada por “encubrimiento agravado por su condición de funcionario público e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Pero en diciembre de 2019 los jueces de la Sala I de la Cámara de Apelaciones de Morón dieron marcha atrás y sobreseyeron a los tres comisarios involucrados.

Cuando Carola habla de ella misma hace 10 años se define simplemente como una madre que salió a buscar a su hija hasta que la encontró. No lo hizo de la forma que esperaba, ella quería encontrarla viva. Pero la encontró, y logró que se hiciera justicia. “Yo hubiera preferido quedarme en Hurlingham y seguir haciendo tortas”, dijo casi al finalizar la charla. Pero no pudo elegir.

Lo cierto es que a Candela la secuestraron, la violaron y la mataron. Lo cierto es que a ella, a sus otros dos hijos y a su esposo se les “detuvo el mundo” ese 22 de agosto, pero el mundo siguió girando. ¿Fue una venganza? ¿Un intento de extorsión? ¿Una guerra entre grupos narcos con la complicidad de algunos policías corruptos? El interrogante alrededor del encubrimiento que rodeó el caso no tiene respuesta, lo único cierto es el final que ya todos conocemos. Pese a todo, Carola destacó que lo que pasó “los unió más como familia”.

 

Fuente: TN

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