Pandemia: ¿un riesgo para las democracias?

Las consecuencias finales de la pandemia de covid-19 son un misterio y una fuente de preocupación penetrante para la mayoría de los seres humanos. Establecer cómo será el futuro del planeta ante una situación que aún no sabemos en qué estado se encuentra supone una mezcla de inquietud y temor. Desde cómo quedarán parados los sistemas sanitarios de los países afectados por el coronavirus hasta las implicancias de la pandemia en las economías nacionales y regionales, a más de las víctimas fatales y afectados que el virus provoque, todo queda por verse. Y la incerteza, como siempre, corroe nuestras mentes, siempre tendientes a las seguridades.
En este marco, días atrás el secretario general del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional), con sede en Estocolmo, Kevin Casas, sumó una nueva inquietud al plantear la posibilidad de que la pandemia afecte a los sistemas democráticos.
Casas pone como ejemplos de su temor a China, al presidente húngaro Viktor Orbán y su pedido de extender sin fecha de caducidad el estado de emergencia en su país, y a Donald Trump solicitando al Congreso de Estados Unidos poderes para pedir a los jueces detener indefinidamente a las personas durante una emergencia, entre otros muchos.
Casas afirma que “sería necio negar a los gobiernos la potestad de limitar las libertades —en forma temporal y bajo estricta supervisión de legisladores y jueces— durante una emergencia. Mi preocupación es que esto se convierta en la norma en regímenes democráticos, no solo porque los líderes autoritarios lo exijan sino porque una ciudadanía atemorizada lo consienta”.
“En tiempos de gran incertidumbre, la atracción por el abrazo “paternal” (y es paternal, porque siempre son hombres) de un líder autoritario puede ser poderosa. Por ello, tener instituciones de bienestar robustas, un Estado de derecho digno de ese nombre y prácticas sostenidas de prudencia fiscal resulta decisivo” para sostener las democracias, asegura Casas.
Y es que, como alguna vez dijo Benjamin Franklin, quien sacrifica la libertad en el altar de la seguridad muy probablemente termina perdiendo ambas.