El término “sesgo de confirmación” define la tendencia a favorecer, buscar, interpretar y recordar la información que confirma nuestras creencias. Fue acuñado en los años ’60 del siglo pasado por el psicólogo inglés Peter Wason, quien comprobó que habitualmente reunimos o recordamos información de manera selectiva, interpretando sesgadamente a favor de lo que creemos o pensamos de forma previa.
En la polarizada actualidad de nuestro país –fundamental y a veces fundamentalista– ocurre que formamos parte de grupos (físicos y virtuales) con personas que tienen una evaluación de la realidad similar a la nuestra, como si las posturas «homogéneas» nos fueran más cómodas. Seguimos en redes sociales a quienes opinan como nosotros, leemos los diarios que se corresponden con nuestra ideología o miramos programas de TV que coinciden con nuestra visión. Así, el año de la pandemia ha mostrado cómo mucho de lo que creíamos indiscutible para nuestra visión chocaba en determinado momento con la realidad. Las vacunas –y alguna de ellas en particular son un ejemplo claro de ello y de cómo pasamos de escuchar que era un “veneno” a que todos se la quisieran colocar.
En el caso de la pandemia de coronavirus, el famoso sesgo lleva, además, a que muchos dejen de lado las recomendaciones de los especialistas –muchas de ellas aceptadas y probadas a lo largo y ancho del planeta– para hacer lo que sus creencias dictan. Y pocas cosas más peligrosas que enfrentar problemas de salud con posturas no científicas.
El neurólogo Facundo Manes afirma que “lo que vemos del mundo no es el resultado lógico de la evidencia, sino que se basa en nuestra propia historia, prejuicios, influencias, sesgos, emociones y suposiciones. Aunque nos muestren datos objetivos que contradigan nuestra visión previa, nos resulta muy difícil cambiarla”.
Cada día hay más practicantes del “sesgo de confirmación”, con posturas tan radicalizadas como irreductibles y que –aunque parezcan discutir– lo que buscan es la no contradicción. Pensar que siempre tenemos la razón y que quienes no coinciden con nosotros son siempre los equivocados nos aleja de la verdad y de los consensos comunitarios imprescindibles.