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miércoles 24, de abril , 2024

Por la inflación, la ropa ya no se regala: se arregla y se vuelve a usar

«Las ventas están muy flojas»; «La gente solo pregunta precios, pero no compra»; «La ropa ya no se regala, sino que se arregla y se vuelve a usar». Estas frases retumban, desde hace varios meses, en muchos hogares de Mendoza. Y es que de acuerdo con los últimos datos inflacionarios otorgados por la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas de la provincia (DEIE), la indumentaria es el rubro que más aumentó en el 2022.

En lo que va del año, el aumento acumulado ronda el 29,8% y eso hizo que mucha gente volviera a una vieja tradición que es arreglar la ropa dañada en una modista, o bien, comprar prendas usadas a precios más económicos.

Según los números oficiales, los precios de la ropa en Mendoza lideran el ranking de la inflación interanual, con el 82,7% de aumentos respecto de abril del año anterior.

Un oficio que no muere

Muchos creían que el oficio de las modistas había desaparecido, sin embargo, está más vigente que nunca. De hecho, las trabajadoras aseguran que «es impresionante la cantidad de arreglos que me están trayendo. No doy abasto. Se nota mucho que no hay plata en la calle y la gente empezó a remendar esa ropa que antes, tal vez, regalaba», contó Lucía, una modista oriunda de El Algarrobal.

Lucía trabaja hace años como una de las costureras de la Fiesta Nacional de la Vendimia, además, se destaca en una fábrica ropa y, por las tardes, realiza costuras en su propio taller.

Lucía aseguró que lo que más está arreglando la gente son las camperas.

«Lo que más observo, junto a mi hija, que también se dedica a la costura, es que muchas personas están trayendo camperas para arreglar. En las tiendas los precios superan los $15.000 y prefieren cambiar el cierre y seguir usando la que compraron hace unos años», contó Lucía.

«Muchas modistas se resisten a cambiar los cierres de las camperas porque no es un trabajo sencillo y demanda mucho tiempo y prolijidad, por lo general, se niegan a efectuarlo, pero hoy es lo que están demandando los clientes», expresó y agregó que «el precio por reparar el cierre de una campera ronda entre los $300 y $500, cobrando barato», recalcó.

Incluso, muchos llevan sus camperas usadas y solicitan que las restauren para sus hijos más chicos. «Hoy todo se recicla, todo es mirado con buenos ojos», manifestó.

Por su parte, Claudia, que se dedica a la costura por hobby, explicó que «la clientela creció en los últimos meses y fue de boca en boca».

«No tengo carteles en la puerta de mi casa, sin embargo, los trabajos mes están lloviendo. Solo me dedico a la costura por las tardes, ya que por la mañana me desempeño como empleada doméstica. Es un ingreso más», comentó.

Sobre el tipo de ropa que la gente está restaurando, Claudia dijo que «hoy todo se arregla» y agregó: «Las que vienen son las mujeres y traen la ropa de todos los integrantes de la familia, por lo general, muchas piden parches en los jeans de los maridos o hijos varones, otras, que les agrande o achique determinado pantalón; lo que menos arreglo es ropa de niños porque la destruyen».

El boom de las ferias

Otra de las tradiciones que volvieron a resurgir fueron las ferias americanas. Los paseos, que tradicionalmente eran realizados por algunos ciudadanos, hoy no distingue clase social.

Una de las ferias que creció notoriamente en los últimos meses fue la que se instaló en la plaza de Las Heras. Si bien lleva años de vigencia, durante la pandemia surgió Un sol para todas, un grupo conformado por mujeres que venden de todo, desde indumentaria hasta productos regionales.

«Lo que más está pidiendo la gente es ropa de niño y de hombre. También muchos vienen a pedir calzados, desde zapatillas hasta zapatos para salir. No hay puesto de ropa que no venda, es increíble como la gente viene pide y compra», expresó Valeria, una de las puestistas.

Valeria tiene un puesto en una feria americana y aseguró que lo que más piden es ropa de hombre y niños.

«La gente hoy busca ropa en buen estado y a un precio razonable, no a lo que se impone en el comercio», contó Florencia, una periodista local que hace 8 años instaló junto a un grupo de amigas Flor de Feria.

«El emprendimiento surgió en el living de mi casa y fue tanta la repercusión que una vez por mes realizamos encuentros de manera itinerante», agregó.

De acuerdo con lo expresado por la comunicadora, el interés de la gente siempre estuvo latente y las preferencias no cambiaron: «Hoy las zapatillas de marca no bajan de los $15.000 y en la feria es posible encontrar calzados, en muy buen estado, a precios muy convenientes que van de los $3.000 a los $5.000. La gente no tiene plata para gastar y acá encuentra prendas lindas y de importantes marcas», contó.

Las ferias americanas no distinguen clases sociales, todos buscan precio y calidad.

Fuente: El Sol

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