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sábado 4, de mayo , 2024

Se recibió a los 75 años y ahora estudia un posgrado: «Envejecer no es una tragedia»

Emiliana Folch, más conocida como «la abuela de Psicopedagogía», se graduó a los 75 años de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y ahora es ayudante de cátedra, estudia un posgrado y también cuida a su nieto, a la vez que lucha contra los prejuicios sobre la vejez, ya que asegura que aprendió de sus padres -quienes sobrevivieron a un campo de exterminio nazi- que hay que focalizarse en «aquello que se puede hacer».

«Envejecer no es una tragedia. Es lo normal de la vida, pero igual hay que seguir creciendo en habilidades, en relaciones y en participación», aseguró Emiliana, flamante licenciada en Psicopedagogía, quien remarcó que «todos somos necesarios en una sociedad», al conmemorarse este domingo el Día Internacional de las Personas de Edad.

Contenta tras haberse recibido, se hizo un lugar entre las clases donde es ayudante de cátedra y recibió a Télam en el Campus Miguelete de la Unsam, en el partido bonaerense de San Martín.

«El prejuicio del viejismo hay que derrotarlo porque todos somos necesarios en una sociedad. A pesar de la edad, todavía me queda energía para hacer algo por los demás y lo siento como una obligación porque soy inmigrante», afirmó.

Nacida en Francia en 1948 en el pueblo de Lourdes, situado en la montaña de los Altos Pirineos, Emiliana llegó a la Argentina a los 6 años con sus padres en búsqueda de mejores condiciones de vida en la segunda posguerra.

«Argentina me ha dado mucho. A este país le debo toda mi formación académica desde la escuela hasta la universidad que la hice sin pagar un peso», señaló y advirtió que, como hija de un obrero español y una francesa, «no hubiera podido estudiar en Europa».

Desde que Emiliana comenzó la licenciatura en Psicopedagogía en 2016, dos años después de jubilarse como profesora de inglés y francés, su carrera estuvo llena de anécdotas.

Si bien al comienzo ayudaba a sus compañeros más jóvenes con las lecturas, después los roles se invirtieron. «Sobre todo con la tecnología porque había un montón de cosas que no me salían», relató.

Entre los episodios más curiosos, recordó que al principio estaba sorprendida de que sus compañeros no escribieran nada durante las clases.

«Después me contaron que grababan todo y aprovechaban los momentos de viaje para escuchar«, detalló y contó que le enseñaron a usar los audios para completar sus apuntes.

Otro punto de inflexión fue la pandemia de coronavirus, cuando tuvo que tomar clases virtuales y aprendió a usar plataformas que ni sabía que existían, como Zoom o Jitsi.

«Mis compañeros me mandaban todas las instrucciones de qué botones oprimir en el celular porque es una barrera para las personas mayores, así que me fui aggiornando de a poco», narró.

Sus compañeros también la bautizaron como «la abuela de psicopedagogía» porque les hablaba siempre de su nieto Inti Lautaro, quien hoy tiene 11 años.

«Lejos de molestarme me resultaba muy afectuoso porque mis compañeros siempre fueron muy cálidos y formé un vínculo con ellos», aseguró Emiliana.

Su nieto fue otro pilar fundamental de la carrera porque siempre estaba pendiente de sus avances e incluso llegó a retarla la única vez que desaprobó un examen.

«Me costó decirle que me habían bochado y cuando le conté, él me decía: ‘¡Cómo abuela que no aprobaste! ¿No estudiaste?’ «, relató Emiliana riéndose.

Y fue también su nieto quien le entregó el diploma de psicopedagoga en abril de este año. «Lo recuerdo y se me quiebra la voz», contó con lágrimas en los ojos.

En el acto de graduación, la «abuela de Psicopedagogía» dio un discurso que luego se difundió en las redes sociales de la Unsam y recibió comentarios de muchos exalumnos.

«¡¡Felicitaciones profe!! La amo y la recuerdo como la mejor docente por los valores que nos transmitió», escribió una usuaria; mientras que otra exalumna señaló que gracias a sus clases de idioma se casó con un francés.

De los años de su infancia, Emiliana recordó que la marcó el hecho de que sus padres hayan sobrevivido a un campo de concentración nazi durante la ocupación alemana en Francia.

«Mis padres fueron muy luchadores y sobrevivieron por la esperanza de construir un mundo mejor. En lugar de recostarse sobre las penurias pasadas, siempre en mi casa la consigna fue ‘aquello que se puede hacer todavía'», evocó.

Hasta sus 33 años se llamó Emilienne, momento en el que se nacionalizó argentina y en su DNI quedó escrito para siempre Emiliana. Con el cambio de nombre también se le fue por completo el acento francés y desarrolló un perfecto castellano rioplatense.

En Argentina trabajó durante 46 años como docente en escuelas secundarias y terciarias. También formó su familia y tuvo un hijo.

«Para mí fue un dolor jubilarme», aseguró Emiliana y contó que se anotó en la universidad porque ya no «aguantaba más» quedarse en su casa de Villa Ballester.

A su vez, recordó que le faltaba estar en contacto con jóvenes, una cuestión que las Naciones Unidas (ONU) llama a visibilizar en el Día Internacional de las Personas de Edad que se celebra cada 1 de octubre.

Este año, el lema apunta al fortalecimiento de la solidaridad a través de la equidad y la reciprocidad entre generaciones.

Según datos de la ONU, se prevé que el número de personas mayores de 65 años en todo el mundo se duplique, pasando de 761 millones en 2021 a 1.600 millones en 2050.

Consultada sobre sus claves para tener un envejecimiento saludable, Emiliana dijo que «lo primero es tener salud y hay que resguardarla con ejercicio físico, con amistades y con participación social en el barrio».

Hoy vive sola después de haber enviudado y reparte sus días entre la facultad y su nieto, a quien va a buscar a la escuela dos veces por semana y lo lleva a clases de guitarra y fútbol. «Me gusta ser la rueda de auxilio de la familia», aseveró.

En la Unsam, a la que considera su segunda casa, Emiliana está cursando la Diplomatura en Intervención Educativa en la Diversidad. A su vez, es ayudante de la cátedra Práctica e intervención temprana en instituciones, a cargo de Claudia Viñuela Ortiz, e integra el Programa Psicopedagógico para Adolescentes (PPA), coordinado por Gerardo Prol.

Como si fuera poco, también es voluntaria en la Biblioteca Popular Parlante Nuevo Ser de San Martín, donde asiste en la alfabetización de personas ciegas o con disminución visual.

«Me costó reponerme de la viudez, pero disfruto la vida a pesar de la edad. Es tan retributivo poder hacer algo por los demás que me retroalimento de los alumnos jóvenes y de mis compañeras y compañeros de trabajo», reflexionó y advirtió que tener proyectos a futuro es «esencial en la vejez».

Al despedirse de Télam, Emiliana concluyó sonriente: «Recibirme fue una emoción enorme. Lo sentí como otro escalón más logrado en mi vida que no será el último».

Fuente – Telefe Noticias

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