Hilda tenía cinco años cuando en su Lavalle natal su madre se la entregó a otra mujer. Lejos de tener un futuro mejor en su infancia, no sólo no la mandaron a la escuela, sufrió la violencia y el abandono. Pero esta semana y a los 87 años, terminó la escuela primaria con honores y se hizo portadora de la Bandera de Mendoza ante la orgullosa mirada de sus hijos, nietos y bisnietos.
Con los ojos ojos centelleantes, vestida con una blusa blanca que deslumbró de pulcritud, Hilda Villegas, viuda de Gómez, no pudo ocultar su felicidad cuando, finalmente, este miércoles cumplió una de las metas que se fijó en los últimos tiempos y que marcó a toda la comunidad del barrio La Gloria, en Godoy Cruz.
«A mis nietos y bisnietos les enseño que tienen que estudiar para tener un porvenir y no tener que trabajar la tierra de sol a sol como lo hacía su abuela. En mi juventud, la mujer que me crió me criticó porque tuve siete hijos y era pobre, pero lo cierto es que nunca le pedí un pedazo de pan, jamás mandé a la cama a mis niños sin bañarse y los mayores caminaban 15 kilómetros para ir a la escuela cuando no había más que caminos de tierra y no pasaban los colectivos«, señaló la octogenario tras recibir con la cabeza en alto su diploma.
Si bien Hilda aún sigue afirmando que fue toda su vida analfabeta, desde muy chica aprendió sola a leer y a sacar cuentas rápidamente. «Me gusta leer, soy muy curiosa. Cada domingo mi marido, con quien me casé cuando tenía 17 años, me compraba el diario», recordó la lavallina que desde hace tiempo vive en el barrio godoicruceño Pablo VI.
Rosana, su nieta, trabaja como celadora en el Cebja 3042 Claudia Gramaglia, y fue una de las personas que le insistió para que lograra este nuevo objetivo y estudiara en esta institución, donde se recibió con el máximo reconocimiento.
«Comenzó en el 2017, pero estuvo enferma; luego vino la pandemia y se complicó que siguiera sus clases en formato virtual. Pero este año retomó. Es muy inteligente, sabe sacar cuentas mejor que nadie y es muy divertida con los niños», detalló orgullosa su nieta, quien destacó el rol de las docentes en todo el proceso.
Con el calor y su dificultad para caminar, a Hilda no le resultó fácil concurrir a la institución ubicada en la calle Vélez Sarsfield, es por eso que algunas de sus profesoras llegaron periódicamente hasta su casa para que pudiera terminar el cursado.
«Nadie le regaló nada y estamos muy orgullosas de ella. Es un ejemplo para una comunidad que suele sentirse discriminada. ‘¿Si ella terminó, por qué ustedes no?’, les decimos a los chicos», señaló Rosada.
Para la bisabuela, en tanto, la experiencia fue un shock de juventud. «Me sentí de 15 años. Estoy tan agradecida a las maestras que he tenido«, dijo Hilda, al tiempo que rememoró, cómo, cuando era tan sólo una jovencita, trabajaba en el campo, cosechando uvas, sembrando porotos y papas.
«Cuando nos casamos los dos éramos muy jóvenes, aunque él me llevaba diez años. Siempre estuvimos juntos hasta que partió hace 20 años. Era mi joya, trabajábamos a la par, mientras criaba a mis hijos. He sido feliz, buena madre y esposa«, dijo.
Si bien aún no sabe si seguirá con sus estudios secundarios, actualmente la graduada disfruta el momento y los cientos de mensajes de felicitaciones que sigue recibiendo tras su nueva proeza.
Fuente y fotos: Gentileza El Sol