Hace exactamente dos años, en este mismo espacio y a la luz del resultado de las elecciones legislativas de 2021, decíamos –textualmente-: “Está claro que la situación general en nuestro país dista mucho de ser ideal. Y también es evidente que los resultados de las elecciones del último domingo deberían establecer un punto de inflexión en la gestión nacional.
“Así, al oficialismo le cabrá de aquí en adelante la responsabilidad de manejar desde las decisiones los destinos –ojalá mejores- de la Patria, mientras que la oposición deberá estar a la altura de las circunstancias y las necesidades sobre todo económicas del país de conseguir acuerdos que marquen ese rumbo, el de necesario y ya impostergable encuentro de coincidencias.
“Allí radica la principal falla de la política partidaria argentina, más acostumbrada a los enfrentamientos que a las coincidencias. Sin embargo, el contexto actual amerita precisamente avanzar de manera concreta y seria con las medidas para sortear este peligroso presente que, además, pone en jaque la estructura de los políticos tradicionales ante la aparición de espacios radicalizados que proponen una preocupante perspectiva “antisistema” que podría generar convulsiones sociales con resultados impensados”.
Aquel 21 de noviembre de 2021 afirmábamos: “La democracia está viva y fuerte, y el ejercicio del voto dejó en claro que la ciudadanía mantiene expectativas y da también castigos a los dirigentes. En definitiva, una saludable práctica que aún reclama las deudas que el sistema tiene con la población”.
Dos años después, el mensaje es más claro aún: las dos fuerzas que por entonces pugnaban por la mayoría en las urnas, perdieron. Y una tercera postura –la pretendidamente “antisistema”- es la que, mediante Javier Milei, conducirá nuestros destinos. Así lo quiso la mayoría de los argentinos, aunque ahora seremos todos quienes nos beneficiemos de sus buenas políticas o nos perjudiquemos si lo suyo es más de lo mismo o peor.