Los comicios para elegir al próximo presidente de la Nación y a quienes ocuparán los cargos políticos electivos más importantes del país, son uno de los principales rituales de la democracia. Pero, como también ocurre con otras prácticas establecidas y aceptadas por la mayoría, el ritual frente a las urnas es una condición necesaria pero no suficiente para la construcción de una sociedad mejor para todos.
En la Argentina hemos cumplido –en la última etapa democrática- 40 años de estas prácticas que obligan periódicamente a concurrir a las urnas a una parte de la población en edad para votar. Como en pocas otras veces, es en esta ocasión una muy grande la porción del electorado se decidirá a último momento. Alguien podría calificar de poco racional la conducta de esos electores, pero a favor de quienes optan por decidir su voto en el último minuto podemos decir que las investigaciones realizadas en los últimos años para conocer mejor el comportamiento de los ciudadanos en tiempos de elecciones revelan que cuando el elector ingresa al cuarto oscuro y tiene que elegir una boleta, el factor que prevalece no pertenece al campo de lo racional sino al terreno de las emociones. Dicho de una manera, prácticamente nadie vota con la mente, sino que vota con el corazón.
Para el analista político Jaime Durán Barba, el cerebro humano no está, ni estuvo nunca, preparado para procesar racionalmente la información y los mensajes políticos. ¿Esto explicaría, acaso, que una porción muy importante del electorado se incline por propuestas insólitas y hasta peligrosas, nunca escuchadas en 40 años de democracia y que no tienen antecedentes de haber sido aplicadas en ningún lugar del mundo? Quizás sí.
El domingo, una vez más, sabremos el camino que seguiremos como sociedad se orienta hacia esos nortes filosóficos irracionales o si, por el contrario, se sigue apostando por la democracia -con todas sus falencias- y el republicanismo. Esta vez, el escenario y las opciones están claras como nunca. La elección estará, una vez más (¿podría ser la última?), en manos de nosotros: los ciudadanos.