En su misión de bajar la inflación, el Gobierno Nacional anunció la apertura de importaciones de productos que componen la canasta básica. La medida, que será gradual y no tendrá impacto en el corto plazo, generó polémica, principalmente entre quienes fomentan y defienden el pequeño y mediano emprendimiento en nuestro país. Dicha iniciativa también es preocupante en esta parte del país, donde la industria regional hace tiempo está en crisis y podría recibir, de aplicarse la apertura de la importación, el “tiro de gracia” que la fulmine. La posible presencia de productos foráneos en góndolas con precios más bajos que los producidos en el ámbito regional, pone en jaque la continuidad de puestos de trabajo y el sostenimiento de fábricas e industrias que, de por sí, atraviesan un panorama difícil. El hecho de que duraznos, tomates, vinos, mermeladas u otros productos fabricados en nuestra región, ingresen a partir de la apertura de la importación, ha generado extrema preocupación en el sector agroindustrial. Pero el malestar no se circunscribe a los rubros antes mencionados, sino también hay inquietud en la pequeña y mediana empresa, sector más afectado durante “los noventa”, cuando la libre importación provocó el masivo cierre de emprendimientos que no consiguieron “competir” ante la presencia de productos imposibles de igualar en el precio y subsidiados en sus países de origen. En definitiva, se prevé que en este desafío del Gobierno Nacional por bajar la inflación, “pagarán justos por pecadores” y también “el remedio puede ser peor que la enfermedad”. Pues de nada sirve que existan productos más baratos en el mercado y que al mismo tiempo se dispare la pérdida de empleo y el cierre de fábricas e industrias regionales.