En un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas casi sin referencias a América Latina, el presidente estadounidense Joe Biden hizo una excepción al llamar al gobierno y a la oposición de Venezuela a entablar un diálogo con miras a la celebración de unas «elecciones libres y limpias» .
El mandatario añadió que «presiones políticas» causaron que 6 millones de personas se marcharan de la República Bolivariana por falta de oportunidades, en medio de una profunda crisis económica y social que lleva años. En efecto, los venezolanos superaron el mes pasado a los guatemaltecos y hondureños para convertirse en la segunda nacionalidad más habitual, después de los mexicanos, entre las personas detenidas en la frontera.
El Jefe de la Casa Blanca ignoró incluso en su mensaje el tema de los migrantes, una verdadera papa caliente para los demócratas de cara a los comicios legislativos de medio término en noviembre próximo. Cuando el martes se le preguntó por los `sin papeles’, respondió: «Lo que tengo ahora en el radar es Venezuela, Cuba y Nicaragua. La capacidad de enviarlos de vuelta a esos estados no es racional».
En su otra alusión a la región, señaló que EE.UU. apoya la expansión del Consejo de Seguridad de la ONU y la creación de «bancas permanentes para Africa, América Latina y el Caribe».
También propuso «negociar de forma transparente un perdón de las deudas de los países de bajos ingresos» a los efectos de facilitar su desarrollo.
EL ENEMIGO FAVORITO
La mayoría de su intervención lo dedicó a la guerra y allí no ahorró cuestionamientos a su homólogo Putin, a quien culpó directamente de la crisis alimentaria mundial, acusó de «difundir mentiras» y denunció por haber «violado vergonzosamente los principios medulares» de la ONU con su ofensiva bélica «brutal e innecesaria»..
En idéntica línea, solicitó reclamó una reforma del Consejo de Seguridad con la que busca sacarle a Rusia el uso del veto.
Aunque la contienda acaparó su alocución, se encargó de enviarle un mensaje tranquilizador a China al señalar que no persigue una «Guerra Fría» con Pekín y reiterar que no apoyará ningún cambio unilateral del statu quo con Taiwán.