Al mismo tiempo, la reducción en los horarios de trabajo no supuso ningún descenso de la productividad o la prestación de servicios sino que se mantuvieron como estaban cuando el horario de trabajo promedio era de 40 horas.
«En ambos ensayos, muchos trabajadores expresaron que tras empezar a trabajar menos horas se sentían mejor, con más energía y menos estresados, lo que les hacía tener más energía para otras actividades, como el ejercicio, los amigos y las aficiones», afirma el informe publicado, lo que repercutió directamente en «un efecto positivo en su trabajo».
Desde que se llevaron a cabo las pruebas, alrededor del 86 por ciento de los trabajadores de Islandia han pasado a tener una semana laboral más corta, y los investigadores de las pruebas esperan que estas iniciativa puedan aplicarse también en otros países.
El único país latinoamericano que estudia una medida similar es Chile. No obstante, el proyecto de ley que se analiza busca reducir la jornada laboral a 40 horas semanales en un principio y a 38 en el quinto año de su implementación, cuando la jornada actual de trabajo es de 45 horas semanales.