Un hombre de 43 años y que vivía en la localidad de Villa Mercedes, San Luis, murió la semana pasada en la puerta de un hospital tras contraer coronavirus y no recibir atención médica, según denunciaron sus familiares. El hecho se conoció en las últimas horas.
Ariel Ávila no tenía ninguna enfermedad de base y llegó al sanatorio caminando, acompañado de su esposa y de sus hijos de 16 y 17 años, en busca de ayuda porque su salud había empeorado. Había dado positivo días atrás y, pese a que le costaba respirar, los médicos le recetaron un paf (como el que usan quienes padecen asma), paracetamol y le dijeron que se quedara en su casa.
A los nueve días de saber que tenía Covid-19, y debido a la falta de aire, llamó al teléfono de urgencias del hospital, pero no lo atendieron. Por eso, ayudado por su familia, fue caminando hasta el Hospital Suárez Rocha.
“Lo dejaron morir como un perro de la calle. Lo abandonaron y nadie se quiso hacer cargo de su salud”, es la frase que repiten los que acompañaron, de acuerdo con lo publicado por el Diario de La Pampa. “No le hicieron una radiografía y le dijeron que use el paf, pero no era asmático, ni nunca tuvo dificultades para respirar”, agregan.
Señal de alerta
Ávila vivía a 90 kilómetros de la capital de San Luis. Fue detectado como positivo el lunes 10 de mayo. Trabajaba desde hacía 20 años en el cuartel de la V Brigada Aérea, formaba parte de la banda musical donde tocaba el saxo, y los primeros síntomas que registró fueron cansancio y dolor de cabeza.
El día de su muerte su condición había empeorado mucho. Necesitaba abrir bien la boca para que le ingresara aire. Por esa razón su esposa, Liliana, pensó que lo mejor era ir al hospital, ubicado a dos cuadras del domicilio. Entre tres lo cargaron al hombre y comenzaron a caminar, pero en la puerta del lugar su corazón se detuvo y Ávila cayó al piso.
Tras ello dos trabajadoras del hospital intentaron reanimarlo, pero no pudieron. Ahora se espera la apertura de una investigación judicial para conocer en detalle qué fue lo que ocurrió.
Fuente: La Nación
