Ricardo Bertero, secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (STIA), trazó un panorama alarmante sobre la realidad de las fábricas en San Rafael. Entre el cierre de proveedores claves, la caída estrepitosa del consumo y una reforma laboral que califica como inadecuada, el dirigente advierte que el sector atraviesa una de sus crisis más profundas.
La temporada en riesgo y el fin de la hojalata local
La preocupación en el sector de la alimentación no es solo por el futuro legislativo, sino por la supervivencia inmediata de las industrias regionales. Bertero señaló que el encarecimiento de los costos y la apertura de importaciones ya se cobraron piezas fundamentales de la cadena productiva. «Estamos muy preocupados porque hemos recorrido las industrias y no hay seguridad de poder hacer la temporada. Esto arranca con la problemática de la hojalata. La industria que proveía a las conserveras en San Rafael cerró porque la importación permite ingresar la lata mucho más barata de lo que se fabrica acá», expresó el líder sindical en los micrófonos de FM Vos 94.5.
A esto se suma la falta de herramientas estatales que en otros años servían de paliativo para las empresas en crisis. «Antes el Ministerio de Trabajo ayudaba con los ATP (Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción) o se armaba un fideicomiso para comprar insumos. Hoy esas posibilidades no están; el presidente Javier Milei dice que los privados se tienen que arreglar entre privados, y estamos muy complicados», declaró.

El cambio en los hábitos de consumo: del durazno al helado
Bertero analizó también un fenómeno cultural y económico que afecta directamente a la industria del durazno, el producto insignia de la región. «El año pasado hubo empresas que no hicieron durazno», confirmó.
El entrevistado coincidió que, aunque es el postre más barato que hay —una lata vale alrededor 1800 pesos y comen cuatro personas— no tiene salida y que la gente opta por ir a una heladería y pagar 20 veces más por un helado. «Se ha perdido la costumbre de la conserva y del consumo de fruta al natural», aseguró en ese tramo de la conversación.
Una reforma laboral bajo la sombra de la «Ley Banelco»
Al abordar el proyecto de modernización laboral, el titular de STIA fue tajante al compararlo con los métodos de la década de los 90 y el año 2000, cuestionando la falta de consenso con los gremios. «Cualquier modificación se tiene que hacer acordando con la parte gremial, no trayendo una ley amparada por la ‘Ley Banelco’. Hoy no está la tarjeta, pero está el envío de partidas a las provincias para que los legisladores levanten la mano. Es la misma situación», opinó Ricardo Bertero haciendo clara referencia a la Ley 25.250 de Reforma Laboral, cuya normativa fue sancionada en abril del año 2000 durante el gobierno de Fernando de la Rúa. Su nombre informal proviene de un escándalo de corrupción por el presunto pago de sobornos a senadores para asegurar su aprobación.
Más adelante, el entrevistado se manifestó también en contra del banco de horas, ya que despoja al trabajador de su previsibilidad y del beneficio de las horas extras. «El banco de horas le da todas las posibilidades al empleador para que haga lo que quiera. Mañana no te necesito, no vengas; hoy quédate cuatro horas más. No favorece al trabajador, que hoy no llega a fin de mes y antes se ayudaba con las horas extras en temporada», objetó claramente.
El Fondo de Cese Laboral y el desfinanciamiento de la salud
Bertero también cargó contra el modelo de Fondo de Cese Laboral (inspirado en la UOCRA) y la situación de las obras sociales sindicales. «El Fondo de Cese Laboral es otra AFJP encubierta. Es dinero de los trabajadores para que lo maneje un grupo de inversores amigos del ministro de Economía. Además, quitarle el 1% de contribución al empresario va en desmedro de las obras sociales, que ya están fundidas por el aumento del 400% en medicamentos dolarizados», denunció.
Producción versus importación: el dilema del industrial
Finalmente, el dirigente describió un proceso de desindustrialización donde el empresario prefiere dejar de producir para convertirse en importador. «Ningún empleador genera trabajo si no tiene venta. La gente no tiene dinero, nadie compra. Hoy el costo de producir es altísimo y entran fideos hasta de Albania. Entonces el empresario cierra la fábrica, se defiende importando él mismo y vende productos de afuera, dejando a las familias en la calle», dijo con crudeza al final de la comunicación.







