La cumbre, bajo modalidad virtual, de los presidentes de los países que conforman el Mercosur (Mercado Común del Sur) tuvo un pico de tensión el último viernes como consecuencia de un inesperado cruce entre el argentino Alberto Fernández y el uruguayo Luis Lacalle Pou; episodio que dejó expuestas las marcadas diferencias de pensamiento, y por tanto de rumbo, entre las naciones signatarias del tratado.
A 30 años de la creación del bloque regional, la pregunta se impone: ¿de cuánto sirve el Mercosur si entre los integrantes no hay unidad de criterio? No se trata de unificar el pensamiento, pero es indispensable un paquete básico de coincidencias para encarrilar la acción en busca de un provecho conjunto. En esa inteligencia se fundó la organización hace tres décadas, pero hasta el presente ha dado escasas satisfacciones a ese objetivo. El impensado debate entre el presidente Alberto Fernández y su par uruguayo se da en el marco de una diversidad de visiones respecto a, entre otras cosas, la política de aranceles, la autonomía para negociar y la mirada sobre el mundo y la inserción en el mercado global.
Sin embargo, y más allá de las miradas particulares, algunos datos objetivos muestran que el intercambio comercial de la Argentina con el Mercosur representó el 24,3% del comercio exterior del país en la última década, lo que implicó un claro retroceso respecto a lo registrado en años previos. Lo revelado por la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) muestra cómo nuestro país pierde consecuentemente terreno comercial dentro del bloque.
Más allá de los modales que utilizaron Lacalle Pou y Fernández en el fragor de la discusión, el contrapunto que se generó puede ser interesante y vital para que decante en una definición acerca de la continuidad o no de cada uno de los países integrantes dentro del bloque. De esto depende, en gran medida, que el Mercosur se transforme en una herramienta eficaz (para todos los países que lo integran) o continúe siendo solo una expresión de deseo.