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  • Perder el tiempo que disfruto no es tiempo perdido.| Marta Troly

lunes 6, de mayo , 2024

Que la decepción no nos lleve a más errores

Hace un tiempo, el periodista Martín Caparrós estimó en una nota firmada por él que “no hay sociedad que esté contenta con su sistema de gobierno. Si algo define a estos tiempos es la ola de insatisfacción hacia esos sistemas y sus representantes visibles, los políticos. Millones en cada país los desprecian, se niegan a votarlos, buscan figuras nuevas, se decepcionan pronto. Sucede en todas partes y, sin embargo, nos empeñamos en pensar que en cada caso es un problema particular, de hombres y mujeres que no están a la altura, de partidos que necesitan renovarse, de cositas. No queremos suponer que lo que falla es el sistema”.
Caparrós consideraba entonces que “las alternativas a la democracia fueron tan nocivas que nos refugiamos en ese cliché de que es ‘el mejor de los sistemas posibles’ y nos dimos por vencidos. Uno de los principios fundadores de la democracia es que toda sociedad debe tratar de ser mejor; en nombre de la democracia, lo hemos abandonado”. Así –afirmaba el periodista- la concentración del poder sigue estando en manos de unos pocos que, lógica y perniciosamente, pugnan por mantener un statu quo que muchas veces los beneficia personalmente en detrimento del ideal “bien común”.
En ese marco serían necesarios “ciudadanos mejor instruidos, mucho más enterados y más interesados que los actuales. Los beneficiarios de su distracción -nuestros gobernantes- los prefieren más bobos, y hacen lo posible. Por ahora les va bien”. En ese sentido, la discusión de la educación pública toma relevancia.
La reflexión de Caparrós nos sigue inquiriendo directamente. Somos una sociedad decepcionada con su clase dirigente política partidaria. Los sondeos de opinión así lo evidencian y la realidad casi siempre nos da la razón.
En lo que habitualmente no reparamos los ciudadanos es en que los “políticos” surgen de entre nosotros, somos nosotros mismos pero en otra posición, nos guste o no. Por ello, es muy probable que la pretendida evolución de nuestros dirigentes surja, indefectiblemente, después de un crecimiento de la conciencia y el compromiso ciudadanos. Muy poco probablemente ocurra al revés.

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