Padre José Ceschi
Por gracia de Dios nuestro padre murió octogenario. Pero a medida que sus años tocaban ese vértice, toda su persona -en palabras y conductas- nos fue diciendo adiós.
Encontré un poema de Carlos Castro Saavedra cuyo enunciado tiene que ver con esto: «Se apaga el padre». No se la pierda.
«Ver que se apaga el padre, / ver que se va apagando, / y no poder alimentar con leños / su pecho de suspiros y letargos, / para que vuelva a ser sobre la vida / un incendio muy alto / y un resplandor de llamas / encima de la tierra palpitando.
Es terrible mirar que se va el padre, / que se va por los días caminando, /solo, mientras se queda su mirada / enredada en los hijos y en los árboles.
A veces en las vueltas del camino, / junto a las piedras anchas de la orilla / el padre se detiene / para escuchar el viento del pasado / que saltando los montes, los roquedos, / hasta su pecho llega gimiendo y sollozando.
Pero la muerte llama desde lejos, / llama y vuelve a llamar desesperada, / y su grito lo escuchan los mancebos / que atan gavillas dulces en el campo.
El padre se va hundiendo / con su esperanza, con nuestra esperanza. / Se va con sus dos brazos / en donde tantas veces, niños todavía, / florecimos llorando. Se va con su voz dura, / con su voz de varón dulcemente arrecida, / en donde cosechamos las primeras palabras y los primeros nombres, / para llamar la vida. Se va con su hermosura, / con su pecho de monte y su frente nevada, / su frente pensativa, / donde nacimos con todo, con la miel de sus huesos / y con el fuego dulce y hondo de su mirada.
¡Si el padre regresara! / ¡Si las manos del hijo fueran como una aldea / para que en ellas se quedara!
Pero la muerte llama desde lejos, / llama y vuelve a llamar desesperada, / y su grito lo escuchan los mancebos / que atan gavillas dulces en el campo».
¡Hasta el domingo!