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sábado 15, de junio , 2024

Se desempeña en el Pierre Auger: la aventura científica del ingeniero Andrés Travaini en la Antártida

El ingeniero Andrés Travaini relató en primera persona su experiencia al continente blanco, donde junto a otros expertos, trabajó arduamente en el desarrollo tecnológico de la base Belgrano.
En la vastedad gélida del continente blanco de la Antártida, donde la naturaleza parece desafiar al hombre en cada paso, un grupo de científicos y expertos se aventuró en una misión única. Andrés Travaini, ingeniero en electrónica que trabaja en el observatorio Pierre Auger, Malargüe, desde 2016, fue parte de un esfuerzo colosal durante la campaña antártica de verano, desafiando las adversidades para avanzar en el desarrollo tecnológico y la comprensión científica.
“Fui invitado como personal del observatorio para probar un prototipo de sondeador ionosférico en la base Belgrano”, reveló Travaini al Diario San Rafael y FM Vos 94.5. “Estos instrumentos son difíciles de obtener a nivel mundial, específicos y costosos. La Argentina tiene un instrumento en la base Belgrano, y esta oportunidad surgió para probar el prototipo que desarrollé y realizar mantenimiento en los existentes”.
La base Belgrano, ubicada en el extremo sur del planeta, ha sido un bastión de investigación atmosférica durante décadas. “Realiza mediciones en la alta atmósfera, sobre los 100 kilómetros de altitud”, explicó Travaini. “Este desarrollo tecnológico es crucial, no solo por su nacionalidad, sino porque implica costos reducidos en comparación con equipos extranjeros. Además, fomenta capacidades tecnológicas e ingenieriles para futuros desarrollos”.
La ionosonda, equiparada a un radar, emite pulsos hacia la ionósfera y analiza sus características. “Es una región rica en electrones que influye en las señales de radio, como GPS y comunicaciones de larga distancia”, detalló Travaini. “Cambios en la ionósfera pueden afectar estas señales, generando disrupciones en la vida cotidiana y proporcionando una ventana a fenómenos científicos”.
Aunque su área de investigación no es específicamente del observatorio, Travaini recibió un respaldo invaluable. “El observatorio me brindó todo el apoyo necesario para este viaje”, afirmó. “Actualmente, estamos actualizando nuestros detectores, lo que mejorará nuestras capacidades de observación y extenderá su vida útil”.
El viaje hacia Belgrano fue una odisea en sí mismo, atravesando el mar de Weddell en el rompehielos Irizar. “Un trayecto de diez días desde Ushuaia, enfrentando zonas de hielo y desafíos constantes”, recordó. “En la base, pasamos ocho días realizando nuestras tareas, bajo la supervisión del Instituto Antártico”.
Travaini expresó su gratitud hacia aquellos que hicieron posible esta expedición. “Quiero agradecer especialmente a Adriana Gulisano y Héctor Ochoa del Instituto Antártico por su invitación y apoyo”, dijo con sinceridad. “La base Belgrano representa un hito científico y logístico, y acceder a ella en el verano es un desafío en sí mismo”.
En el límite del mundo conocido, donde el frío se mezcla con la pasión por la ciencia, el ingeniero Andrés Travaini y su equipo han dejado una huella indeleble. Su trabajo no solo amplía nuestros horizontes tecnológicos y científicos, sino que también encarna el espíritu intrépido y la determinación humana para explorar lo desconocido.

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