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sábado 4, de mayo , 2024

«Sentía que tenía en mi cuerpo una bomba de tiempo», afirmó víctima de los implantes PIP

Bárbara de Amonarraiz, una de las mujeres argentinas que forma parte de la demanda colectiva internacional por la colocación de implantes mamarios PIP defectuosos, recordó el pánico que sintió cuando se enteró que estaban rellenos con un producto adulterado y dijo que pensó que se moría: «Estallé en llanto y me desesperé porque sentía que tenía en mi cuerpo una bomba de tiempo».

La mujer que hoy tiene 63 años tuvo que hacerse un recambio mamario en 2007 y por consejo de su cirujano plástico decidió colocarse «unos (implantes) nuevos, mejores, franceses» que, según confiesa, le «arruinaron la vida» ya que tuvo que someterse luego a varias cirugías y procedimientos médicos ambulatorios para drenar seromas y padeció trastornos psicológicos por sentir que «podía morir en cualquier momento».

En el final de la década del 80, Amonarraiz era una joven oficinista que sentía que «para ser más linda necesitaba un mayor tamaño de busto» por lo que decidió realizarse una mamoplastía de aumento y luego de buscar referencias llegó a un cirujano plástico «muy recomendado».

«Héctor Méndez me puso los implantes, después me hizo otros retoques y se convirtió en mi cirujano de cabecera«, relató en diálogo con Télam la mujer que hoy se arrepiente de no haberse dado cuenta «que era hermosa como estaba».

Amonarraiz hasta 2007 tenía implantes mamarios fabricados en Inglaterra, pero como consecuencia de un accidente doméstico uno de ellos se rompió y como debía extraerlos su cirujano le recomendó reemplazarlos por «unos nuevos, mejores» que venían de Francia.

«Me ofreció los mejores del mundo, son franceses, repetía», apuntó la mujer y enfatizó en que «confiaba plenamente en él», porque consideraba que «lo que estaba haciendo también era cuidando mi salud».

Amonarraiz y su marido decidieron dejar su hogar del barrio porteño de Caballito para emprender un negocio turístico en Monte Hermoso y fue en uno de esos viajes desde la Capital Federal a la ciudad balnearia que escuchó por la radio lo que había sucedido con los implantes PIP y la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de removerlos.

«Me explotó la cabeza, imaginé que me moría», relató la mujer con lágrimas en sus ojos e insistió: «Estaba segura de que me iba a morir, estallé en llanto y me desesperé porque sentía que tenía en mi cuerpo una bomba de tiempo. Llegué a mi casa y lo primero que me fijé fue la fecha de la operación y coincidía con la fecha que decían en la radio».

«Llamé al médico para explicarle la situación y pedirle el número de serie. Me contestó que no atendía más y que había cerrado la clínica», recordó y ahí comenzó un derrotero de idas y vueltas de consultas médicas que la llevó a un nuevo cirujano: Alberto Ferriols, quien realizó el recambio de prótesis.

«Empecé a ver en televisión a distintas personas afectadas y di con Débora Roilette, una abogada francesa que vivió mucho tiempo en Argentina y que se puso al hombro la demanda, nos ayudó un montón», contó, y aseguró que la ayudó a cambiar su forma de pensar estar en contacto con otras mujeres que vivieron situaciones similares.

La mujer remarcó que cuando decidió hacer cada una de las cirugías investigó y buscó recomendaciones, además de pagar honorarios y operarse en clínicas y con cirujanos «de primer nivel» a los que les confió su vida y no le fue bien.

«Hoy pienso que lo más importante es la salud, ya no la belleza y lo único que recomiendo a quienes se hicieron intervenciones es que no tengan vergüenza, hay muchas mujeres que tienen algo en el cuerpo que las puede matar y necesitan saberlo, pero también tienen que reclamar lo que les corresponde, es su derecho», enfatizó.

Tras el implante de las PIP, durante cuatro años a Amonarraiz se le producían seromas, que es la acumulación de líquido por la remoción de tejido, lo que solucionaba con la práctica de drenajes en centros sanitarios. Además debió someterse a otras seis intervenciones correctivas que le dejaron cicatrices y aún así no logró alcanzar la simetría que buscaba.

«Mi marido me abandonó, invertí muchísimo dinero en las distintas operaciones y vivo a 700 kilómetros de mi familia, la verdad que no, no encontré lo que buscaba, pero intento seguir adelante y por eso espero ganar la demanda y con eso lograr una mejor calidad de vida, tal vez ver a mi familia o hacer un viaje», concluyó la mujer.

Fuente: Telefe Noticias

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