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jueves 2, de mayo , 2024

Taiwán, en medio de la disputa de EE.UU. y China por la hegemonía

Entre otras, la cuestión de la soberanía de China sobre Taiwán se ha vuelto sumamente ríspida. A punto tal que recientemente, en una recepción diplomática en Fiji donde el dueño de casa era el representante de Taiwán, se produjo un insólito incidente. Si haber estado invitados, diplomáticos chinos irrumpieron repentinamente en la recepción y se trabaron a golpes de puño con los dueños de casa, esto es con diplomáticos que Taiwán tiene acreditados en Fiji. La provocación de los representantes de China fue obvia y se encuadra en una conducta reñida frontalmente con los cánones de la diplomacia tradicional. El desagradable episodio reflejó claramente la fragilidad que envuelve a la cuestión de Taiwán.

Pocas horas después de los puñetazos, los Estados Unidos aprobaron una enorme operación de venta de armas a Taiwán. Hablamos de 1.800 millones de dólares, incluyendo sofisticados sistemas de armas, lanzadores de misiles, sensores y artillería pesada.

Taiwán se autocalifica como Estado independiente. China lo tiene apenas como una provincia renegada, que debe ser recuperada. El régimen que encabeza Xi Jinping quiere hacerlo lo antes posible y está amenazando insistentemente con la posibilidad de tomar por la fuerza la Isla de Taiwán.

Por esto la enorme venta de armamentos antes mencionada, que ha enfurecido a Xi Jinping. Particularmente porque incluye 135 misiles teleguiados, de gran precisión. Y porque, además, la venta es una señal inequívoca de que los Estados Unidos mantienen su fuerte respaldo a Taiwán.

La venta no es un hecho inesperado y fue precedida por la visita inédita de un alto funcionario del gabinete del presidente Trump, que también tuvo una fuerte carga de simbolismo.

  Maniobras de invasión

Los ejercicios militares que China realiza en las aguas que rodean a Taiwán conforman maniobras típicas de inminentes invasiones militares. Esto claramente aumenta el nerviosismo sobre la situación de la isla y sus habitantes. Dentro y fuera de ella. China no disimula sus intenciones desde que advierte, una y otra vez, que “utilizará la fuerza militar si las conversaciones diplomáticas no conducen a una modificación sustancial de la actual situación”.

China y Taiwán han tenido administraciones separadas desde la década de1940, cuando Chiang Kai-shek llegara a la isla escapando de lo que parecía una derrota inminente en la guerra civil china. Con él llegaron un millón y medio de chinos que intentaron, hasta ahora con buen éxito, seguir viviendo en libertad, sin caer en el yugo autoritario que desde entonces el Partido Comunista chino impuso a quienes viven en China continental. En un proceso que duró varios años, Taiwán fue transformándose –paso a paso- en la auténtica democracia que hoy prevalece en la isla.

En los años 80, China insinuó que era posible que, en un solo país, convivieran dos sistemas económicos y políticos totalmente diferentes, con lo que de alguna manera justificó la autonomía con que Taiwán desde entonces se ha manejado. No tenía, entonces, otra opción. Pero las cosas han cambiado. El Partido Comunista sabe que hoy conduce a una de las dos potencias mundiales actuales. Se siente orgullosamente responsable de que China haya alcanzado una posición central en el escenario del mundo, por ahora compartida con los Estados Unidos, aunque con el objetivo abierto de transformarse en la única potencia hegemónica en la comunidad internacional.

En 2000, Taiwán eligió como presidente a Chen Shui-Bian, quien adoptó abiertamente la idea de mantener a Taiwán como Estado independiente. Por ello China sancionó normas con las que dificulta la secesión de Taiwán y apunta a que China pueda recurrir a la fuerza desde el momento mismo en que Taiwán procure efectivamente su secesión. Desde enero del 2006, la presidente Tsai Ing-Wen, también independentista, se transformó en la máxima autoridad en Taiwán. A comienzos de este año fue reelecta nuevamente.

El duro trato que el gobierno chino hoy dispensa a la población de Hong Kong ha caído mal en Taiwán, que advierte que la idea de permitir a Hong Kong continuar viviendo en libertad ha sido ya horadada, sin retorno.  

Mientras la cuestión política que separa a China de Taiwán no se ha resuelto, la relación social y comercial entre ambos bandos ha crecido en intensidad. Taiwán es hoy, en el ámbito comercial, casi dependiente de China y los flujos de la población de ambos bandos se han intensificado muy fuertemente.

Lo cierto es que los Estados Unidos son ahora el país aliado más importante para Taiwán. Son algo así como su seguro de supervivencia y, públicamente, el gobierno de los Estados Unidos sostiene que cualquier ataque contra Taiwán será considerado como un tema “grave” por el gobierno norteamericano.

Algunos sostienen que el componente de obvia ambivalencia que flota sobre las relaciones norteamericanas con China y con Taiwán conforma una típica “ambigüedad estratégica” que en algún momento podría no ser fácil de mantener.

En 1996, cuando Taiwán realizó su primera elección presidencial independiente, China desplegó amenazadoramente su capacidad misilística, con el propósito obvio de intimidar a las autoridades de Taiwán. No lo logró, porque el entonces presidente norteamericano, Bill Clinton, respondió con el más amplio despliegue militar en Asia realizado por los Estados Unidos desde la guerra de Vietnam.

La relación bilateral entre los Estados Unidos y China, normalizada en 1972, atraviesa ahora por un momento de fragilidad muy evidente. La retórica de China se ha endurecido mucho desde que la dirigencia del Partido Comunista chino ha advertido que China podría, pronto, transformarse en la potencia dominante en la comunidad internacional.

Por el momento la situación es muy delicada, pero no necesariamente precaria. Ninguna de las partes pareciera estar apuntando a una cercana posible confrontación militar. Pero la sensación existe de que ambas partes no descartan que eventualmente ella pudiera producirse.

Si el próximo martes, Joe Biden se transforma en el nuevo presidente de los Estados Unidos, su política exterior podría orientarse hacia procurar nuevos canales de cooperación, en lugar de seguir derroteros separados en procura de mantener las posiciones hegemónicas ya alcanzadas.

Una cosa es que ambos países sean competidores comerciales y otra, realmente muy diferente, es que se embarquen en una carrera entre adversarios que procuran transformarse en potencias hegemónicas únicas.

Para cerrar, es bueno recordar una sugestiva frase reciente de Xi Jinping, cuando dijo: “Ninguna extorsión, bloqueo o presión externa funcionará. La conducta de actuar como uno quiere al servicio de sus propios intereses tampoco funcionará. La búsqueda de hegemonía presionando a otros no funcionará y no llevará al mundo a ningún otro lugar que a un camino sin retorno”. Estos comentarios, claro está, se aplican también a la propia China y a la conducta de quienes hoy la gobiernan.

 

Fuente: la Prensa

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