Consumo excesivo de alcohol: un problema antes y después de la pandemia

Cuando se aborda el tópico genérico “drogas”, muchas veces se cae en imprecisiones, generalizaciones y hasta errores que claramente invalidan los análisis. Está claro que en el mundo de “las drogas” debemos hacer una primera distinción entre aquellas que son legales y las que no. Asimismo, los efectos que cada una de ellas provoca también son diferentes, e incluso la visión que la sociedad tiene de las mismas varía entre unas y otras.
En ese amplio espectro de análisis, el consumo de alcohol casi nunca es considerado, evaluado ni asumido como lo que realmente es: una conducta que, en exceso, suele derivar en situaciones no saludables, riesgosas y hasta trágicas para quienes la realizan y para terceros. Los ejemplos abundan, pero apenas como muestra pueden mencionarse los cada vez más habituales siniestros viales que tienen como protagonistas a conductores sobrepasando los niveles permitidos de alcohol en sangre.
Claro, el consumo de bebidas alcohólicas no es ilegal en nuestro país y, además, la visión social que se tiene al respecto muchas veces lo justifica y hasta lo promociona. Y cuando ese consumo se torna abusivo, sus efectos son casi siempre negativos.
Una encuesta realizada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) demostró que en 2020, el año que nos conmocionó con la pandemia y las cuarentenas, el 45% de las personas consultadas bebió más alcohol que antes del aislamiento.
Las alertas, además del despegue puntual del consumo, se concentran en los efectos futuros, porque los especialistas coinciden en señalar que la práctica no se desacelerará cuando la pandemia pase, sino que se trata de patologías que se disparan y a las que se debe tratar para desarticular, y en ello deberán actuar los organismos sanitarios oficiales. Al resto de la sociedad nos restará considerar dicha conducta como un verdadero problema de salubridad y seguridad ciudadanas, y –sobre todo– obrar en consecuencia.