Casi ya no hay otro tema de conversación entre los argentinos -y entre los habitantes de otros países del mundo-: la pandemia de covid-19 y las cuarentenas que los distintos gobiernos han implementado para intentar evitar la propagación de la enfermedad. En Argentina, el aislamiento está pronto a cumplir dos meses y, aunque en algunos lugares como San Rafael, la actividad comienza a volver a la habitualidad pre-coronavirus, la normalidad aún aparece lejana.
La pregunta del millón parece ser, por estos días, cuándo y cómo saldremos de la cuarentena. El miércoles, el presidente Alberto Fernández se refirió a los planteos de economistas, empresarios y dirigentes políticos que en los últimos días pidieron una salida de la cuarentena más veloz debido al fuerte impacto que las medidas contra el coronavirus generaron en el mecanismo económico, financiero y laboral del país. En esa ocasión, el mandatario dijo que “los que dicen ‘salgamos de la cuarentena ya’, sepan que salir ya en los términos que ellos reclaman es llevar a la muerte a miles de argentinos porque no lo podemos controlar eso”.
Está claro que más allá del golpe económico que la cuarentena representa para quienes dependen del trabajo diario para su subsistencia o del caos logístico que la misma genera al trastocar nuestras rutinas, muchos sufren el impacto de la falta de actividad social.
La mayoría de los especialistas sanitaristas coinciden en que la implementación de la cuarentena en nuestro país fue oportuna y ella ha permitido evitar el pico de contagios que experimentaron otros países. Pero también es conteste la opinión de otros sectores que afirman que la sociedad está empezando a sospechar que esta victoria transitoria se está consiguiendo a costa de un gran sacrificio con consecuencias más dolorosas que las que se han querido evitar.
Una cuarentena perfecta es impracticable. Saber cuándo y cómo saldremos de este aislamiento sin seguir sufriendo es un inédito y determinante desafío para nuestros dirigentes.
