Vivimos en un mundo fanatizado. Desde las discusiones más profundas hasta los intercambios de opiniones sobre temas banales tienen protagonistas que ni siquiera piensan que el intercambio de ideas puede ser un hecho enriquecedor, que las visiones alternativas suelen ampliar nuestro punto de vista.
Defensores y detractores de cualquier postura que uno pueda imaginar -incluso las más disparatadas- dejan ver diariamente sus opiniones y, sobre todo, la denostación que hacen de quienes piensan diferente.
Los ejemplos son conocidos y variados: desde las “guerras santas” que se desarrollan en varios puntos del planeta, las controversias –con infames demostraciones de poder y bravuconadas varias- entre las grandes potencias bélicas mundiales que habitantes de países como el nuestro observamos apenas como preguntándonos cuándo y quién será el encargado de apretar el botón que nos extermine como planeta, hasta la tristemente célebre “grieta” que domina el escenario político nacional, provincial y local, o incluso problemas con el vecino del barrio. Todo está teñido de extremismos e intolerancia.
Si uno repasa y analiza los medios de comunicación y las redes sociales podrá reparar rápidamente en que muchas de las cosas que allí se publican están dominadas por este tipo de expresiones tan fervientes como intolerantes. En el caso de los medios, muchas veces influidos por intereses económicos o políticos partidarios que determinan que la objetividad que debería perseguir cualquier publicación periodística haya sido dejada de lado.
En 1983, la periodista italiana Oriana Fallaci le dijo en la cara a Bernardo Neustadt que los argentinos teníamos “un enano fascista adentro” en obvia referencia a la actitud que una parte demasiado importante de la sociedad civil adoptó durante la última dictadura militar con quienes gobernaron nuestro país en esos oscuros años. Hoy parece que hemos desarrollado lo que podría denominarse, en ese mismo tenor, un “gigante fanático” que domina nuestras opiniones y acciones.
Hoy por hoy, lo único que interesa es tener razón. A como dé lugar.