El chileno César Hidalgo es profesor de la Universidad de Harvard y director del grupo de Aprendizaje Colectivo del Instituto Toulouse de Inteligencia Artificial y Natural (ANITI). Meses de investigación y experimentos se cristalizaron en el libro “How humans judge machines” (Cómo los humanos juzgamos a las máquinas) que publicó en 2020.
En el libro, Hidalgo y sus colaboradores concluyen -grosso modo- que las personas tienden a ver las acciones de las máquinas como más dañinas e inmorales en escenarios que implican violencia o daño físico. Sin embargo, son más indulgentes con las máquinas que con otros humanos en escenarios de injusticia. Por ejemplo, somos más duros con un humano que discrimina en un proceso de selección laboral que con una máquina que también lo hace.
Tiempo atrás, Hidalgo se interesó profundamente por temas “sociales”: desde analizar el componente estético de las ciudades hasta diseñar una herramienta que permita ver la desigualdad que existe entre los países a partir de su composición productiva.
Uno de sus deparó bastante polémica ya que suponía sustituir a los políticos humanos por modelos de inteligencia artificial, una suerte de “avatar” o robot.
El científico chileno explicó que en el futuro cada persona podría tener –por caso- un senador personalizado, pero este funcionario no sería una persona sino un software que tomaría datos sobre los hábitos de lectura, las interacciones en redes sociales y toda la información que el mismo “dueño” podría proveerle para que lo represente cada vez que una ley se vaya a votar. Esta inteligencia artificial tendría la capacidad de analizar esos datos y cruzarla con las legislaciones. De esta forma, cree Hidalgo, se tendría un veredicto más acertado, «suprimiendo» las interrogantes o ambigüedades que pudiesen presentar los políticos de carne y hueso.
Quizás el corto plazo no permita vislumbrar la aplicación práctica de esta iniciativa, pero teniendo en cuenta la deficiente actuación que ha demostrado una parte importante de la clase dirigente a lo largo de la historia, un robot tendría serias dificultades para hacer tan mal las cosas como algunos de sus colegas humanos.