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  • Nadie debería creerse perfecto, ni preocuparse demasiado por el hecho de no serlo. | Bertrand Russell

viernes 19, de abril , 2024

La proliferación de los “vendehúmos”

Hacia el año 282, en Roma, Vetronio Torino era un habitué de los pasillos de las oficinas públicas y un rostro repetido en el corazón de la city romana. Si alguien tenía una propuesta de negocio, una traba legal o un problema con el Estado, él les daba una solución simple y directa. A cambio de unos denarios, Vetronio brindaba su servicio de tráfico de influencias, ya que se hacía pasar por íntimo amigo del emperador Marco Aurelio Severo Alejandro y sostenía que podía solucionar el inconveniente sin demasiadas trabas.
Claro, en un momento el emperador se enteró de estas maniobras y envió a unos clientes falsos a verlo a Torino. Este, frente al pedido de los “necesitados”, trató de envolver con el mismo discurso interesante e interesado de siempre. Entonces, fue descubierto por los agentes del Estado, detenido y condenado a muerte. Para la sentencia, los jueces se valieron de una figura legal del Derecho Romano que quedaría instaurada bajo el nombre de “venditio fuma” (vender humo).
Severo fue consecuente con su nombre y mandó al “vendehúmos” directo a la hoguera. Atado a un palo, Vetronio ardió sobre unos leños verdes, apilados allí para que falleciese no por la acción del fuego, sino por la asfixia. La autoridad cerró la ejecución con una frase que figuró en los libros de historia: “Fumo periit, qui fumos vendidit (al humo perezca quien humo vende)”.
Hoy por hoy, el “vendehúmos” (incluido así en la Real Academia Española) es aquella “persona que ostenta o simula valimiento o privanza con un poderoso para vender su favor a los pretendientes”. En nuestro país son muchos y siempre con las mismas características: amigo de la verba fácil, capaz de enredar al interlocutor hasta someterlo con su tela pegajosa, mucho de pícaro, insistente y caradura. Y una buena dosis de viveza criolla, además.
Aquí, sin embargo, le hemos dado una vuelta de rosca más al oficio: no solamente venden humo los que dicen estar cerca de los poderosos, sino también lo hacen los propios poderosos, que dicen solucionar todo y no solucionan nada. Claro, frente a tanto humo, es difícil ver claramente un futuro mejor.

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