El grooming sigue peligrosamente vigente

Tal como informáramos oportunamente, esta semana la Justicia local condenó a un hombre por ciberacoso sexual infantil, también conocido como grooming. Concretamente, el adulto contactó vía Whatsapp a una menor de 17 años y le ofreció una cantidad de dinero para que esta accediera a tener relaciones sexuales con él. El hombre fue condenado a dos años de prisión en suspenso.
El grooming se concreta cuando un adulto contacta a un menor de edad a través de internet o cualquier otra tecnología de transmisión de datos, mediante la manipulación o el engaño, ocultando su condición de mayor de edad, para lograr que el menor realice acciones de índole sexual. Argentina es el segundo país en Latinoamérica con más casos de ciberacoso infantil.
La pandemia y las cuarentenas de los últimos años llevaron a que muchos niños, niñas y adolescentes tuvieran un mayor contacto con las plataformas digitales y, con ello, las denuncias por grooming se cuadruplicaron en Mendoza.
A nivel nacional, en tanto, la organización Grooming Argentina estimó que desde 2020 el delito aumentó 30% en el país por la hiperconectividad de niñas, niños y adolescentes a internet y, según los especialistas, «uno de los mecanismos de captación vino de la mano del encierro, porque los chicos están aburridos y los padres les permiten jugar con el celular».
En noviembre de 2020 se sancionó la ley “Mica Ortega”, que dio origen a la creación del Programa Nacional de Prevención y Concientización del Grooming, en memoria de quien fuera la primera víctima de grooming seguido de muerte. El objetivo del programa es prevenir, sensibilizar y generar conciencia en la población sobre esta problemática a través del uso responsable de las Tecnologías de la Información y la Comunicación y de la capacitación de la comunidad.
Las nuevas tecnologías llegaron para quedarse y no son buenas ni malas “per se”, sino de acuerdo al uso que los humanos hagamos de ellas. Es en casos como estos donde la regulación legal y su aplicación práctica se torna imprescindible para lograr que esa herramienta no se convierta en un peligro para una de las franjas etarias más sensibles de nuestra sociedad.