La soberbia humana frente a la pandemia

Casi como en ningún otro momento de los últimos siglos, la fragilidad de la raza humana ha sido puesta en evidencia por la pandemia de Covid-19. Los hechos muestran palmariamente que desde los más poderosos a los más humildes, todos estamos expuestos a la enfermedad.
Con esta traumática experiencia, la mayoría de los seres humanos pudimos comprobar que los imprevistos no son un invento y que a los “imposibles” los derriba un “poder” contra el que la civilización y la tecnología suelen, como en este caso, “sorprenderse” y recibir una alerta que golpea nuestra soberbia, introduciendo dudas existenciales sobre nuestro presente y nuestro futuro, con hechos de contundencia negativa que desafían nuestros aparentemente infalibles análisis.
El Premio Nobel en Economía Douglass North nos recuerda que “la historia importa”, al menos si queremos aprender y, como señala el escritor inglés Samuel Butler, “los verdaderos caracteres de la ignorancia son la vanidad, el orgullo, la soberbia y la arrogancia”. El coronavirus nos mostró débiles y hubo algunos dejos de humildad ante el miedo pero, con el correr del tiempo, nuevas soberbias han surgido. Antes era la de creernos invencibles o capaces de enfrentar cualquier enfermedad, hoy considerando que si incumplimos las normas que las autoridades disponen para intentar paliar la pandemia somos más “vivos” o más “libres”.
Para muchos, ser patriota es agarrarse a una bandera y apretar los dientes en una adhesión cándidamente simple a la que le falta un componente que ya poco se exige: el sentido del deber. Los símbolos son legítimos y respetables pero no son nada si no se trascienden y se llenan sus servidumbres con una actuación social acorde, que los dignifique a la medida de nuestro comportamiento. Cada época exige un patriotismo distinto y hoy bajar la soberbia es una forma de ser patriota. Hacer patria hoy es cumplir lo que se nos ordena para tratar de controlar esta nueva peste.