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  • Nadie debería creerse perfecto, ni preocuparse demasiado por el hecho de no serlo. | Bertrand Russell

viernes 19, de abril , 2024

Matan a pobres corazones…

Tomás Felipe Carlovich, el «Trinche», fue un ejemplo de la argentinidad. La leyenda dice que, jugando al fútbol, era mejor que Maradona. Como cada fenómeno contrafáctico y que deriva de la comparación de evaluaciones subjetivas, la conclusión nunca será unánime. Dicen quienes lo vieron (los videos no estaban tan extendidos como hoy) que su habilidad con la pelota era única, que había nacido en la tan futbolera tierra de Rosario y que desparramó su habilidad por todos los clubes por los que pasó, algunos de ellos en nuestra provincia. También cuentan que su ángel no llegó más alto porque no le gustaba entrenar, que para él el fútbol era puro divertimento, nada de esfuerzo o reglas.
Su muerte, días atrás, también fue una muestra de lo que ocurre en muchos puntos de nuestro país. Después de ser agredido por delincuentes que intentaban robarle la bicicleta (su único vehículo) por quinta vez, el “Trinche” no resistió y se fue de este mundo, dejando tras sí esa estela que solo los ídolos populares son capaces. El mito, la leyenda, el enorme “Trinche”, ya no está, y la ciudad quedó conmocionada. Alcanza mirar las redes sociales para ver el amor que Rosario, no solo en el ambiente del fútbol, sentía por él. Por ese número 5 que todo lo sabía.
En las crónicas policiales de toda la Argentina, historias como las del “Trinche” se repiten a diario, incluso en cuarentena. Escuchamos, vemos y leemos que matan a padres de familia, a hijos, a nietos y a abuelos. Por 10 pesos, por 50, por 300, por una bicicleta. Y a veces también porque no tienen nada. Por un par de zapatillas, por ese celular que atesoran porque el sistema te excluye si no contás con uno. ¿Eso vale una vida? ¿Tenemos los ciudadanos una etiqueta colgada con un precio?
Llama la atención la frialdad, la liviandad o el desprecio por el otro con el que actúan quienes asesinan para conseguir un botín, por más ínfimo que resulte. La inseguridad suma una nueva víctima. Como dice otro rosarino, Fito Páez, en cada rincón del país siguen matando a pobres corazones.

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