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  • Nadie debería creerse perfecto, ni preocuparse demasiado por el hecho de no serlo. | Bertrand Russell

sábado 20, de abril , 2024

¿Otra temporada de castigo al productor primario?

Tal como informábamos en nuestra edición de ayer, por estos días se discute el precio de la fruta para conserva, un punto central para muchos actores de la economía lugareña. Y ya hay algunos precios de referencia: para el damasco, los valores oscilan entre los 10 y 13 pesos por kilo, mientras que para el durazno el “piso” rondaría los 17 pesos.
Llamativamente, a esta misma altura de 2020 –y tras una temporada dominada por las inclemencias climáticas– el damasco se pagaba a 20 pesos al productor primario, y el durazno a 30. Esto es: lo que se le paga al primer eslabón de la cadena productiva no solo no tiene relación con la evolución de la inflación –que, aunque menor a 2018 y 2019, existió– sino que, además, es menos que lo que se abonó el año pasado.
Los sanrafaelinos conocemos sobradamente la situación, no solo porque pagamos muchos productos más caros que en otros puntos del país o en el Gran Mendoza, sino –sobre todo– porque vemos a diario las peripecias que realizan nuestros productores para llevar adelante una tarea que, en general, es retribuida de forma paupérrima para luego ver cómo esos mismos productos son ofrecidos a precios elevados en el mercado final.
Entre las situaciones que explican esa brecha, el poder que han acumulado los tramos finales de la comercialización es escandaloso. Y son los supermercados los que aparecen como los mayores beneficiados, quedándose con una ganancia más que importante por el solo hecho de comprar y vender productos. En el medio, los industriales que agregan valor al producto primario aparecen como víctimas-victimarios (frente a los otros protagonistas) del engranaje. Tampoco podemos olvidar que muchos productores primarios aún tienen la tarea pendiente de asociarse para lograr mayor poder en las negociaciones.
Finalmente, el Estado también debería jugar su rol a la hora de arbitrar entre estos diferentes actores. No hay que temerle al intervencionismo cuando lo que se busca es eliminar injusticias tan obscenas como las aquí observadas. “La defensa de las economías regionales” es un slogan que nunca falta en las campañas proselitistas. Este sería un buen momento –otro más– para empezar a cumplirlo.

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