La inviable sociedad de los odiadores

En 2019, el periodista Nicolás Lucca publicó un libro con un título bastante sugestivo: “Te odio. Anatomía de la sociedad argentina”. En su ensayo, Lucca aborda el trabajo nada complaciente de perfilar a una sociedad en constante tensión, compleja, crispada. La tesis de base del libro es que a nadie le importa aquí la convivencia, pese a las retóricas en contrario, sino la hegemonía, entendida como imposición unilateral contra algún enemigo.
Entrevistado por su trabajo, el escritor se refirió a la malsana costumbre del argentino de vivir constantemente atrapado en los antagonismos. “No nos importa ganar sino que el otro pierda. Sentimos más goce en el sufrimiento y la humillación del otro que en nuestros propios triunfos”, sentencia Lucca.
Hace un tiempo se puso de moda el término “hater”, que en español significa odiador. La palabra describía, originalmente, a aquellas personas que pululaban –y pululan– sobre todo en redes sociales agrediendo a otros por razones filosóficas, políticas, de género y tantas más. De hecho, desde hace tiempo se habla de una “plaga de haters” en Internet. “Las nuevas tecnologías son gratis y permiten el anonimato. Eso desinhibe y muchos creen que pueden decir lo que quieren, que eso es libertad de expresión, aunque estén dañando a otro. A eso se suma la accesibilidad permanente, que permite sostener el hostigamiento a toda hora y desde cualquier lugar”, explica la psicopedagoga y especialista en el tema María Zysman.
Sin embargo, los odiadores han salido de la exclusividad de las redes; hoy hay “haters” en cualquier pretenso intercambio de opinión donde –como dijo Lucca– “a nadie le interesa ganar, sino que el otro pierda”. En esa lógica, a todas luces sectorial, excluyente y discriminatoria, la idea de comunidad no es más que una utopía impracticable. Y deja a las claras que los argentinos no estamos atravesados por la famosa “grieta” sino que las zanjas que nos dividen son muchas más y cada vez más profundas.