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  • Las voluntades débiles se traducen en discursos; las fuertes, en actos. | G. Le Bon

jueves 23, de mayo , 2024

La “viveza criolla” no descansa ni frente a la pandemia

Mucho se ha dicho y analizado en torno a la “viveza criolla”. Más allá de perspectivas intelectuales, la mayoría de los analistas coinciden en considerarla como una necedad interesada y suicida del individuo contra la comunidad a la que pertenece y lo sostiene. Y en tiempos de pandemia, el mal parece acrecentarse peligrosamente.
Aquellos que no cumplen la normativa que las autoridades de todos los partidos políticos dictan para intentar frenar los contagios (porque las medidas emergen de todos los espacios partidarios, les guste o no) se han convertido en los modernos “vivos criollos”.
Hace tiempo, Marco Denevi concluía que “el vivo se mueve para eludir los efectos del problema o desviarlos contra un tercero. Es inescrupuloso e inmoral, parece inteligente y despierto, pero solo encandila a la mirada frívola. Jamás resuelve los problemas de fondo”. El “vivo” logra, en realidad, ventajas inmediatas y de corto plazo. La viveza es una inteligencia “de patas cortas”. Claro, la masificación de esas conductas lleva a resultados sociales calamitosos una vez que el humo se disipa. Y es que el daño que causan nuestras acciones individuales es mucho mayor de lo que sospechamos, puesto que al final resulta que es un país entero que actúa contra sí mismo. Las cifras de contagiados lo indica palmariamente.
Si analizamos nuestras conductas, nuestra incapacidad para comprender el sentido de la vida comunitaria, nuestro desprecio a las normas, la denostación de las instituciones, las sistemáticas contradicciones, las pequeñas y grades corrupciones, siempre en desmedro de la excelencia, el esfuerzo o el conocimiento, concluiremos en que no hace falta recurrir a complejas teorías para explicar nuestra condición actual.
Decía alguien: “Bienaventurada la nación que no necesita de héroes para mantenerse en pie”. Quizás sea este, entonces, el momento no ya de grandes gestas en los campos de batalla sino de empeñarnos por hacer las cosas lo mejor posible, en el llano y a cada momento. Mucho más hoy que, literalmente, nos jugamos la vida.

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